
Roma y Florencia
Esta nueva escapada, nos dirige a una de las ciudades más turísticas del mundo. Roma. Pero no seremos nosotros quienes expliquemos la historia que se respira por cada rincón de esta bella ciudad. No estamos preparados para tal menester. Para ello, disponemos de miles de guías y eruditos en el tema.
Lo que sí podemos, es compartir con vosotros nuestro plan de viaje para una visita de 3+1. En él intentaremos visitar el mayor número de los monumentos más populares, sin dejar de lado el disfrute de las entrañas de la propia ciudad.
Nos esperan tres días de paseo por esta urbe. Ciudad que parece sacada directamente de los libros de texto que estudiábamos en nuestra época adolescente. Tres días descubriendo la ciudad eterna.

Y antes de comenzar un gran viaje que mejor que ir con un buen seguro por posibles imprevistos que puedan surgir
El mismo martes por la noche cogimos el vuelo a Roma, vía Lisboa (sí Lisboa, cosas de las compañías para abaratar precios). A la capital italiana llegamos sobre las once de la noche.
Un taxi contratado previamente en casa para ahorrar tiempo, nos llevó directamente de Fuimicino a nuestro cuartel general, el Hotel de Petris; céntrico, limpio. Junto al Quirinal y cercano a la Fontana de Trevi.

Una cena en la misma habitación del hotel con bocadillos traídos de casa fue suficiente para caer rendidos en la cama y reponer energías de cara al primer día del viaje.
PLAN DE VIAJE CON GOOGLE EARTH
Roma norte
Con los ojos aún por despertar, iniciamos nuestra primera jornada desde la cercana plaza de Traforo en busca de la plaza de España. Antes de llegar a ella, una breve parada para desayunar en el Café Bistrot
Olor a capuccino en un estrecho local que respira al día a día de los romanos, muchedumbre que entra y sale. Para y se queda. La Roma actual. Un acierto.
Con el depósito lleno continuamos nuestro camino hacia la escalinata de la plaza de España, previo paso por nuestra embajada española.

Algunas fotos precedieron al paseo por tan popular escalinata que ascendía hasta permitir disfrutar de un bonito skyline de la ciudad.
Sin prisa pero sin pausa, proseguimos nuestro camino, siempre rumbo noroeste en busca ahora de la plaza de Popolo. Hasta llegar a ella, decenas de comercios empezaban a abrir sus puertas.

Una vez en la extensa plaza, giramos a la derecha para ascender por la colina de Pincio y obtener una espectacular panorámica. Descendemos para cambiar la perspectiva y poder observar la simetría que ejecuta el obelisco sobre las dos iglesias de Santa María, separadas por la longitudinal Vía del Corso.

Paseo por la ribera del Tíber
Salimos de la plaza en busca del puente de la reina Margarita que nos permite cruzar el caudaloso cauce del río Tíber. Tocará ahora un plácido paseo junto a sus aguas hasta llegar al bello edificio del palacio de Justicia y cruzar de nuevo el cauce por el puente de Umberto I.

Desde este paso, obtenemos una de las estampas más bucólicas de Roma, al menos a título personal. El puente de San Angelo y el castillo del mismo nombre, presenta sobre ellos la inmensa cúpula de San Pedro, escondida en el fondo.
A este mencionado puente llegamos para acceder a los exteriores del Castillo de San Ángelo. No entramos en él puesto que el objetivo principal de la mañana eran los museos Vaticanos que ya quedaban próximos a nuestra ubicación.
Ciudad del Vaticano
Por la vía de la conciliación nos dirigimos hasta la Ciudad Estado del Vaticano. Como íbamos bien de tiempo y no todo es patear y ver monumentos, decidimos parar a tomar una cerveza en una terraza en la que el sol azotaba cariñosamente. No tan cariñoso fue el precio de la cerveza, de la cual no mencionamos su precio por vergüenza propia y por «pringaos». Allí hicimos tiempo y dedicamos esa pausa dentro de la acumulada agenda que disponíamos.

La plaza de San Pedro nos acoge con su megalómana construcción, presidida por la imponente Basílica de San Pedro.
Los cazadores de turistas agobiarán para ofrecer tours y entradas. Solo tenemos que pasar la frontera que separa ambos países, para deshacernos de ellos. Las previsiones de Afri nos permitieron llegar hasta este punto con las entradas al los Museos Vaticano traídas desde casa.
Una vez recompuesto de la monumentalidad del lugar, salimos bordeando las murallas hacia la plaza del Risorgimiento, donde muy cerca se halla el Panino Divino. Un coqueto y pequeño bar donde tomar un panini y retomar las energía que necesitaremos para descubrir las entrañas del Vaticano.
Siguiendo las murallas del Vaticano llegamos a las puertas de su museo. Concertamos desde casa una visita guiada a los Museos Vaticanos y Capilla Sixtina a las 14:00. Recomendable lo del guía si queremos sacar partido y valorar todo aquello que se encierra entre aquellos muros.

Ascenso a la cúpula
Acabamos dos horas y media más tarde. A las puertas de la salida, un cartel nos invitaba a visitar la cúpula de la basílica. El precio no iba incluido, pero nos mereció la pena el ascenso para disfrutar de la puesta de sol en este sitio tan privilegiado y con la oportunidad de ver la basílica por dentro, una vez descendido desde lo más alto.
Eso sí, entre 500 y 300 escalones te esperan para conseguir tan preciadas vistas. Tú verás. Otra opción es visitar el parque de Gianicolo donde también podrás disfrutar de un impresionante atardecer. En este caso, gratis.

Barrio de Trastevere
Se nos hizo de noche a la salida. Y la ciudad cambió por completo. Nos tocaba de nuevo un tranquilo paseo por las orillas del Tíber, ahora hacia el sur en busca del bohemio barrio de Trastévere.
Trastévere me recordó mucho a Toledo, pero sin cuestas. Calles estrechas y retorcidas con cantidad de bares y terrazas que invitaban a descansar. Pero antes de ello una visita a la iglesia de Sta María de Trastévere.
Ahora sí tocaba buscar alguno de los lugares indicados por Afri. La decisión fue Ivo a Trastévere, una pizzería que aparentemente no llama tanto la atención como las demás pero que preparan unas pizzas de miedo. Acierto.

A la vuelta nos quisimos perder adrede por las calles de este bucólico barrio, antes de cruzar el puente de Garibaldi que nos devolvería de nuevo al centro de Roma, en busca del camino más corto hacia el hotel.

En este paseo nos topamos con el área sacra de Largo Argentina, la espectacular plaza de Venecia con su impresionante monumento de Victor Manuel. Anduvimos por la vía del Corso y nos topamos casi sin querer con la Fontana de Trevi.
Lugares todos ellos destinados para verlos el día siguiente. Pero no desaprovechamos la oportunidad para disfrutarlos con su iluminación nocturna de camino a nuestro céntrico hotel de Petris. Con un pequeño anexo en busca y captura de un asador de castañas. Antojo de Afri.
La Roma Antigua
A la mañana siguiente nos esperaba la Roma antigua, la de aquel imperio romano que estudiamos en nuestra época de secundaria.

Iniciamos nuestro paseo de camino a la Fontana de Trevi, previo desayuno en un bar que triunfó menos que el del día anterior. A estas horas de la mañana la popular fuente aún no estaba conquistada por los turistas y pudimos hacernos una foto con ella. Seguimos hacia el oeste pasando por la plaza de piedra de camino al Panteón de Agripa.
Es aquí donde se recomienda visitarlo a mediodía para ver como la luz solar entrar por su bóveda, pero el día estaba nublado. Su inmensidad y peculiaridad, a parte de su historia, bien merece una detenida visita.

Paseando por estas céntricas calles de Roma llegamos hasta la popular plaza Navona con sus tres fuentes. Momento de sentarnos en un banco y disfrutar de toda su majestuosidad. Tomando rumbo sur, iremos en busca del concurrido Mercado de Fiori.

Es ahora cuando nos disponemos a visitar el monumento por antonomasia de Roma, el coliseo. Pero de camino a él volvemos a cruzarnos con el megalómano Monumento a Victor Manuel, en la plaza de Venecia. Hoy sí accedemos a él y disfrutamos de las vistas y la rectilínea vía del corso que aquí comienza/termina hasta la plaza de Poplolo.

Foros romanos
Tras disfrutar de este emplazamiento seguiremos en busca del circo romano pasando por el foro de Trajano y su afamada columna y mercado. Muy cerca, siguiendo el paseo, llegamos al foro de Augusto desde donde se pueden divisar los palacios como el de Marte Ulter.

Siguiendo por esta ancha vía del Fiori aparecerá a lo lejos la inequívoca silueta del Coliseo.
La previsión de traer las entradas de casa nos permite entrar de manera más directa, sin necesidad de comprar ni canjear entradas. Y allí que anduvimos asombrados por lo que en ese mismo escenario hacía dos milenios se había vivido. Impresionante.

Con la misma entrada, pudimos acceder al Foro romano y Monte Palatino, situado justo en frente y separados por el arco de Constantino.

El acceder al foro romano era como estar en una realidad virtual donde paseabas por las mismas calles en las que los romanos de aquella rica civilización también lo realizaban. Su historia es apabullante. Merecía la pena estar allí in situ. Desde el monte Palatino conseguíamos una preciosa panorámica de este histórico enclave.

Roma sur
La salida del foro la realizamos por una puerta trasera que daba un acceso más directo a la plaza del Campidoglio y sus museos capitolinos. Con la escalinata que también daba acceso a la iglesia de Sta Maria de Aracoeli.

Tras esta densidad de monumentos e historia, tocaba a hora desplazarse en busca de la ermita de Sta Maria de Cosmedin que alberga la reconocida Bocca de la Verita. Previo paso por el Teatro Marcelo

No mereció mucha más atención, así que debido a la cercanía del barrio de Trastévere, aprovechamos para cruzar el Tíber y darnos un manjar en la Tabernetta donde se portaron de manera exquisita.

A la salida, con el estómago lleno, un paseo para observar la isla tiberina y marchar hacia el sur en busca del Circo Máximo, o lo que queda de él. No paraba de imaginar las carreras de cuádrigas que allí se hubieron realizado. Pero nada más lejos de la realidad… parecía un «parque para perros».

Se hacía de noche y buscábamos la iluminación nocturna del coliseo. Allí nos presentamos por segunda vez en esta misma jornada. Merecía la pena. Incluso una tercera. Sobre los bordillos, la gente se sentaba admirando la belleza que lo caracteriza.

Tras el descanso y las fotos, solo nos quedaban fuerzas para visitar la iglesia de Sta Maria la Magiore que se sitúa en lo alto de una de las siete colinas que rodean Roma. Tras su visita, descendimos por las Cuatro Fuentes hasta el hotel donde descansaríamos de cara al tercer y último día en esta espectacular cuidad.

Aunque una buena pinta en el Bar The Albert no nos iba a quitar mucho tiempo de descanso. No todo era andar, también nos merecíamos nuestro momento beer!
Catacumbas y termas
El tercer día, aprovechamos que teníamos «todo visto» (es pecado decir esto en la ciudad con más iglesias del mundo) para salir del centro y visitar las catacumbas de San Calixto y las termas de Caracalla.
Un tranquilo desayuno en la plaza Barberini esperando al bus urbano que nos desplazaría hasta las catacumbas, nos animó de cara a esta tercera jornada.
Ya en el bus correcto y decididos a pagar, nos dimos cuenta de que debíamos haber adquirido previamente una bono o tarjeta. Así que cual polizones y rezando por no cruzarnos con ningún revisor, disfrutamos del viaje.
Ya en las catacumbas, las entradas se pagan en el mismo lugar e incluyen un guía que nos explicará del por qué de este laberíntico subsuelo a las afueras de la ciudad. Si bien no es una experiencia bonita de disfrutar, sí lo es por el lugar y las historias que allí confluyen.

Tras la visita, y usando el modo polizón de nuevo, tomamos el bus de vuelta con parada en las termas romanas de Caracalla. Un lugar donde poco queda de aquella actividad que se ejercía en estos «spas antiguos». Tan solo la imaginación es la que te consigue asombrar de como en aquella época pudiesen construir un lugar como este donde relajarse y negociar.
Tras el paseo por el inmenso edificio, un tranquilo momento en uno de sus bancos del parque exterior para divisar la obra con el sol sobre nosotros.

Roma este y centro
Tocaba ahora la búsqueda de San Juan de Letran la Catedral de Roma. La más imponente de todas las que hayamos visitado estos días. Para llegar allí, dudas sobre si hacerlo en bus o andando. Ya habíamos conocido la comodidad del transporte urbano. Pero debido a las palizas de paseo de los días anteriores, la balanza se decantaba hacia la primera opción.

Tras la visita a esta monumental catedral, ahora sí tocaba uso del bus para acceder de nuevo al centro de la ciudad. En la plaza Colonna nos dejó el bus urbano donde divisamos la columna de Marco Aurelio.

La hora invitaba a visitar un lugar de comida, Pane e Salami fue el elegido. Un gran bocata que devoramos sentados en los bordillos de la acera. Nos recompuso el cuerpo y buscamos el postre en la cercana heladería Giolitti, previo paso por la plaza de Montecitorio.

Las calles, abarrotadas, casi nos obligaron a huir del lugar. Eran casi las cuatro de la tarde y en nuestro camino al hotel nos topamos con la visita del Papa con motivo del día de la Inmaculada. Media hora estuvimos esperando su paso y conseguimos verle en un humilde Ford Fiesta. Un gran regalo en nuestro viaje.

Una pequeña compra fue suficiente para cenar en la habitación y dormir pronto. El cuarto día nos tocaba madrugar.
Florencia
El despertador sonaba a las 6 am. Un paseo de unos 15 minutos nos separaba de la estación de Termini donde cogeríamos el tren Flecha Blanca dirección Florencia. Los billetes ya cogidos previamente desde casa agilizaron la madrugada.

Una hora y media más tarde estábamos en la estación de Campo de Marte de Florencia. El reloj pasaba pocos minutos de las 8 am.
Un café en las cercanías de la estación fue suficiente para recuperar el tono del cuerpo que había quedado destemplado por el frío de la madrugada y el calor de un siempre plácido viaje en tren.
Florencia por la mañana
Un matutino paseo por la capital de la bella Toscana, que empezaba a desperezarse. Los mercados comenzaban a colocarse y las gentes a echarse a la calle. Peleándonos con el mapa en busca de la Galería de la Academia, nos topamos con bella cúpula de la sinagoga de Florencia que parecía jugar al escondite entre las casas.
Una extensa plaza portificada nos dejaba al descubierto la iglesia de la Santísima Anunciación. Muy cerca de nuestro primer objetivo del día.

Dicen que las colas para entrar en la Galería de la Academia son soporíferas. Pero si eres capaz de madrugar para llegar a primerísima hora de la mañana, no tendrás problema alguno.
Allí entramos (12,5€) por cabeza para disfrutar de las obras que alberga, pero que por encima de todas destaca El David de Miguel Ángel. Tantas veces estudiado y tantas veces visto en libros de texto. Y tantas veces mencionado por mi madre. Ahí estaba mi tocayo. Impresionante.
A la salida, después de poco más de una hora de visita, la fila para entrar ya era considerable. Nosotros nos dirigimos, mapa en mano, en búsqueda de la basílica de San Lorenzo y su austera fachada que engaña con lo que alberga en su interior. Y justo al lado la Capilla de los Mediccis.

Siguiendo nuestro paseo y sorteando los charcos de las calles, llegamos a la iglesia de Sta María de Novella. Allí adquirimos la típica guía para sacar el máximo partido a la jornada de hoy.

El Duomo
Sin perder tiempo, nos dirigimos hacia la catedral del Florencia, el Duomo y el Baptisterio. Impresiona llegar a esta plaza que alberga los edificios más emblemáticos y de la ciudad.

Las entradas compradas vía internet previo al viaje, nos permitió ahorrar la cola de la compra de tickets. Nuestra visita a lo alto de la cúpula estaba programada para las 10:30 de la mañana, media hora antes allí estábamos esperando nuestro turno. Recomendable ir con ellas adquiridas.
Subir hasta la cúpula es un ejercicio de resistencia y flexibilidad que bien merece la pena. Divisar los frescos que la decoran en su interior bien merecen la pena. Pero más aún cuando continuas el ascenso y sales al exterior de lo más alto de la catedral donde puedes divisar una panorámica de 360 grados de toda la ciudad. Imposible describir esa situación.

Tras fotos y más fotos, iniciamos el descenso para seguir nuestra visita al resto de la ciudad.
Nuestro siguiente destino la plaza de la Signora para ver el también característico Palacio Vechio. Sobre las 12:00 las gentes ya habían tomado las calles y empezaba a resultar incómodo pasear por la ciudad.

Florencia por la tarde
Cruzar el Ponte Vechio te sitúa en un áurea medieval. Te traslada siglos atrás con sus tiendas de joyas preciosas y sus casas en el propio puente.

Un giro para ir en busca del ponte de Grace y buscar la plaza de la Santa Cruz donde nos encontramos con un ambientado mercado y donde aprovechamos para tomar un vino caliente que nos permitía recuperar la temperatura.

Tras el vino, visitamos la iglesia de la Santa Cruz con las entradas también traídas de casa. Un espectacular altar y la tumba de Miguel Ángel. Anexo tenemos la capilla Pazzi donde podemos entrar con la misma entrada.

El hambre hace presencia y vamos en busca del Atlantico Vinaio, pero es imposible ni siquiera intentar entrar en ninguno de los locales que salpican la calle. Una modesta pizzería nos saciaría el apetito.
Recompuestas las energías, visitamos el exterior de la Galeria Ufizzi y seguimos al completo el Corredor de Vasariano que une la galería con el palacio de Pitti.

Sobria fachada con amplia explanada que dejamos atrás para buscar una de las múltiples entradas del jardín de Boboli. Laberíntico espacio verde que por el precio de 7,5€ puedes disfrutar durante todo el día.
Una hora nos fue suficiente para conocer algunos de sus rincones y sus características fuentes. Aunque bien merece una visita más pausada.

La salida por la puerta contraria nos permitió bordear la fortaleza de Belbedere y descender paralelos a sus murallas hasta la puerta que da acceso al parque de Míguel Ángel desde el cual podremos disfrutar de una vistas espectaculares de Florencia a la caída del Sol con un ambiente bohemio que nos permite relajar de la tensión del viaje y recuperar las piernas.

Florencia de noche
Tras la caída del la luz solar, acompañada de la sensación térmica, nos desplazamos de nuevo al centro de la ciudad en busca del abrigo del gentío.
Una manifestación propalestina, unas castañas asadas junto a la Plaza del Mercado donde vemos a la gente acariciar el hocico del Porcellino. Visita a la plaza de la República y un café exprés en una terraza con calefacción junto al palacio Strozzi consiguen recuperar nuestra temperatura.

Pero el tren parte a las 22:30 y aún son las 19:00. Un poco de tiendas sin comprar por el centro de la ciudad nos permiten refugiarnos del frío que comenzaba a conquistar la ciudad.
Poco más quedaba por visitar, pero la plaza de la catedral con la iluminación Navideña nos sobrecoge.
Solo quedaba marchar en busca de la estación de tren, cenar junto la parada y hacer tiempo a que llegue un tren con retraso que aparece en el fin de las vías como un salvador.
Hora y media de viaje para volver al Roma, y llegar al hotel con la sensación de haber aprovechado cuatro días intensos y muy bien planificados por Afri. Devorando monumentos como buenos agonías de viajes que somos.
El quinto día servía simplemente para realizar el viaje de vuelta a Madrid (vía Lisboa, sí Lisboa) con 5 horas de retraso en el trasbordo que hicieron infinita la espera en el aeropuerto luso.
Una vez más habíamos disfrutado de lo que más nos gusta, Viajar.

