Mallorca exprés, con niños.
De nuevo por aquí para compartir una rápida escapada que realizamos en el mes de noviembre a Mallorca. El objetivo era buscar un lugar con temperatura agradable, tranquilo, con vuelo cercano y económico. Afri se encargó de meter todos esos ingredientes en la coctelera y… «voilá». Este fue el resultado de su acertado «algoritmo».
Bien es cierto, que todo lo que tiene de interesante esta isla, lo pierde por la masificación que sufre durante la época estival. Por esa razón buscamos meses previos o posteriores al verano para visitar cualquiera de las Baleares. Ya lo hicimos con «Menorca en cuatro días«, y ahora lo hacemos con Mallorca (con solo tres, y ahora con niños).
Como viene siendo habitual desde que India está con nosotros, nuestro ritmo de viaje se ha reducido considerablemente… hasta el punto de poder considerarlo, normal. Así, pues, aquí compartimos nuestra experiencia por si os sirve como guía o ayuda para alguna de vuestras escapadas de «finde largo» (viernes-sábado-domingo).
Jueves, 16 de noviembre.
El jueves 16 tomábamos un vuelo con Ryanair a media tarde, con la idea de llegar a Mallorca en torno a las 19:00 horas. Pero el retraso de más de una hora del vuelo nos complicó la recogida del coche de alquiler (con un consiguiente pago de tasa de nocturnidad). Un detalle feo que no iba a suplantar la hora extra de disfrute de India en el aeropuerto (es increíble lo que disfruta en ellos) y la informal charla que mantuvimos con el afable Dr. Villalón durante el vuelo hacia Mallorca.
Este retraso nos supuso también llegar al hotel BG Caballero fuera de la hora de cena. Pero nos dejaron una comida fría de cortesía preparada en el restaurante, un detalle que agradecimos bastante.
Tras acomodarnos en la habitación y bajar a cenar, India se quedó dormida, lo que aprovechamos para tomarnos tranquilamente un cócktel en el bar del hotel y descansar de cara a la jornada del viernes.
Viernes, 17 de noviembre.
Para este primer día tan solo teníamos dos planes. Uno por la mañana y otro por la tarde. Cuevas del Drach y FreeTour por Palma, respectivamente.
Tras despertarnos tranquilamente y disfrutar del desayuno. Nos pusimos en marcha con nuestro coche de alquiler hacia el este de la isla. En Porto Colom, previo paso por Manacor, nos esperaban estas impresionantes cuevas de prestigio internacional. Las entrada la teníamos reservada vía on-line para las 12:00 de la mañana.
Tras un inesperado incidente con India en el coche, llegamos con media hora de antelación al lugar. Sin problemas de aparcamiento, ni agobios de gente. Esperando en la entrada, la cola comenzó a llenarse, era un lugar muy popular en la hora estrella de visita. Aún así, pudimos hacer la entrada sin agobios. Están preparados para «avalanchas» turísticas, pero en estas fechas de noviembre todo «fluye» con mucha facilidad.
No sabíamos cual iba a ser la reacción de India al entrar en la cueva, ya que en la Gruta de Neptuno de Cerdeña estuvo toda la visita dormida. Pero tenemos una todoterreno. La luz tenue, el eco, la humedad; las figuras que creaban estalactitas y estalagmitas por doquier… todo aderezado con algún que otro juego hizo que la visita resultase todo un acierto.
El momento clave es el pequeño concierto de música clásica que ofrecen sobre una barca que navega a través de un lago de la cueva. Pequeño momento de espera, con luces completamente apagadas… Solo se oyen los instrumentos y se ve la barca con luces muy suaves… Lejos de ponerse nerviosa, India alargaba el cuello para no perder de vista el espectáculo. En silencio. Y cuando tocó aplaudir, lo hizo como la que más… Nos tiene enamorados.
Tras el espectáculo teníamos la opción de continuar andando o cruzar el lago simbólicamente durante un par de minutos a bordo de una de sus barcas de remo. Aquí sí sentimos un momento de agobio mientras esperábamos nuestro turno. Lo aguantamos para que India tuviese una nueva experiencia, pero si vamos sin niños, no merece la pena.
Tras el brevísimo paseo, tocaba subir escaleras para recuperar el desnivel de entrada de la cueva. Casi sin parar comenzó a subir escalón tras escalón para llegar hasta el objetivo. Por el camino, alguna que otra persona mayor lo estaba pasando realmente mal, es un gran desnivel.
Una hora más tarde, estábamos fuera. Alguna que otra foto y decidir donde comer… Cabía la posibilidad de hacerlo en Palma, pero sería tarde. O tal vez de camino por la carretera. Pero no, nos quedamos en un restaurante próximo de aspecto muy familiar. Una entrada de bar y un fondo impresionante, como para dar un banquete. Preparado atender para autobuses y autobuses turísticos. Pero no era la época… Todo el salón para nosotros. Y el parque de bolas, íntegro para India junto a nuestra mesa de comer. De trato cercano. Todo un lujo inesperado, o sí. Anotad, Ca´N Toni.
En torno a las 15:00 nos pusimos de camino a Palma. Allí nos esperaba el FreeTour. Una breve parada en Manacor para ver las instalaciones de la Nadal Academy desde fuera y continuar con el camino aprovechando la siesta de India.
Con la hora justa, tras un par de intentos fallidos para llegar a la misma plaza Mayor de Palma con el coche, decidimos dejarlo en el parking de Antoni Maura, junto al Palacio Real de la Almudaina.
Conseguimos llegar a la plaza Mayor con un breve retraso, pero justo en el inicio de las presentaciones. El reloj marcaba las 16:30. Teníamos por delante dos horas y media de paseo por Palma.
Curiosidades, anécdotas, costumbres, recomendaciones… y por su puesto, monumentos e historia. Todo ello conjugado con una pequeña competición de preguntas entre dos equipos. Durante algo más de la primera hora, India participaba como uno más de la expedición. Pero cuando el sol comenzaba a esconderse, debimos turnarnos en cada parada para que uno estuviese atento a las explicaciones y otro entretuviese a la enana.
La ruta terminaba junto a la catedral y palacio de la Almudaina. El callejeo había conseguido aumentar el interés a medida que la noche se había ido apoderando de la jornada. En torno a las 19:00 nos despedíamos todo el grupo, con la única intención de recoger el coche y marchar al hotel a cenar y descansar.
Sábado, 18 de noviembre.
Tocaba hoy visitar la sierra de Tramontana. Muchos son los lugares y pueblos de interés para recorrer esta interesante sierra que se eleva al norte de la isla. Pero debíamos escoger uno para no abusar de coche con India, a la que cada vez le gusta menos la silla de bebé.
Sóller fue la elegida. Tal vez la opción más completa de todas, ya que podíamos ampliar la visita a su puerto desplazándonos en su particular tranvía.
En torno a las 11:00 de la mañana llegamos a esta bonita localidad donde ya las plazas de aparcamiento comenzaban a escasear. Los arcenes completos, e intentamos aparcar en el pequeño parking público de la Plaça Teixidors. Pero estaba también lleno, por lo que nos vimos obligados a dejar el coche el el parking privado Sa Calatrava.
Un corto paseo nos llevó hasta el centro neurálgico, donde ya se sentía el bullicio de la gente en este espectacular sábado de noviembre. La plaza de la Constitución crea por si sola ese aurea cálido y acogedor. La parroquia de San Bartomeu, el edificio Santander, el ayuntamiento… las múltiples terrazas que salpican la peatonalidad de la plaza. El sol calentaba.
Y por si todo esto fuese poco, el clásico mercado callejero de todos los sábados que acompaña a la calle Jeroni Estades hasta la plaza de España. Allí nos toparemos casi de bruces con la estación del tranvía centenario. No se podía pedir más para darle el toque bohemio que le faltaba para a esta perfecta mañana.
Pero no era el momento aún de montar a bordo de este precioso Ferrocarril de Sóller, que baja al puerto todas las horas en punto y sube al pueblo todas las horas y media. Y donde cabe la posibilidad de llegar desde Palma por otro interesante recorrido.
Callejeamos hasta llegar de nuevo a la plaza de la Constitución. Fue difícil elegir de entre todas las terrazas, pero nos sentamos en la del Restaurant La Vila para tomar una de esas cervezas que se disfrutan sintiendo el sol en nuestra piel. Un restaurante que por dentro, bien merece la pena conocer; con un estilo clásico que llamó mucho la atención.
Debíamos seguir la mañana, la calle Luna sale desde la misma bocacalle en la que nos encontrábamos. Cantidad de tiendas a un lado y otro invitándonos a picotear todo tipo de comidas, ropas y artilugios… Merece la pena el paseo por esta calle peatonal comercial hasta llegar al museo modernista de Can Prunera. Pero no entramos. Dimos la vuelta sobre nuestro pasos para desviarnos por la estrecha y bonita calle de Sant Juan.
Decidimos tomar el tranvía de la 13:00. Quince minutos antes estábamos de nuevo en la parada. No había que coger tickets. Se espera una cola y cuando llega, se espera a que se vacíe y se sube a coger asiento. Una vez arriba se paga el viaje de 8 € por persona (India no pagó al viajar en nuestro regazo).
Por delante un precioso viaje de unos 25 minutos de duración para unir los casi 5 km que separan a Sóller de su puerto. Un trayecto corto, pero muy intenso, que se puede dividir en varios sectores.
El primero de ellos, es el callejeo por la propia localidad, donde serpentea entre sus bellos edificios para dirigir sus vagones hacia su destino final.
Saliendo de la población, disfrutaremos de las huertas de los vecinos con centenares de naranjos y limoneros en primera instancia que flanquean el camino con un telón de fondo de toda la sierra de Tramontana.
Poco a poco el traqueteo va aproximándose al mar, donde los últimos kilómetros los realiza paralelos a la bahía donde se puede disfrutar de la brisa junto a su paseo marítimo.
Toda una experiencia bastante recomendable. India no paraba de mirar a un lado y otro, parecía que no quería que nada se le escapase.
Una vez en el destino. Momento para tomar una nueva cerveza, en alguna de las terrazas próximas a donde nos habíamos apeado. Los patos llaman la atención de India que quiere jugar con ellos a lo largo del puerto.
Paseamos tranquilamente y nos detenemos en un parque infantil para que India se entretenga un ratillo jugando con otros niños. Próximo al parque hay varios paneles informativos de cantidad de rutas de senderismo que invitan a echarse a la montaña o la costa.
Tiempo para comer tranquilamente en el quisco Kitaypon y tomar un delicioso café en la cafetería Altamira. Momento de siesta de India que aprovechamos para disfrutar haciendo tiempo hasta las 17:30 que tomamos el tranvía de vuelta a Soller.
Dudas sobre si seguir visitando pueblos como Deia o Valldemosa; o algún mirador como Sa Foradada. Pero decidimos no abusar. Ambos ya conocíamos la isla de viajes anteriores, ahora tocaba disfrutarla con India a su ritmo. Así que decidimos volver al hotel para intentar bañarnos en su piscina climatizada antes de cenar.
Y así lo intentamos… pero nos fue imposible al recordar que en la maleta ¡no habíamos echado los bañadores! Y lo peor de todo, no por olvido… Así que disfrutamos del hotel jugando al billar y trasteando en su gimnasio con la cinta de correr. ¡Toda una experiencia para India!
Domingo, 19 de noviembre.
Era día de retorno. En los ascensores unos carteles nos anunciaban que podríamos disfrutar de la habitación hasta media tarde. Era el mismo día de cierre de temporada del hotel y no habría reservas ya hasta febrero. Pero nosotros teníamos hora de vuelo a las 15:00 horas.
Tiempo perfecto para desayunar sin prisas y visitar la playa durante un rato para al menos tocar la arena y mojarnos los pies en la orilla. Jugar con India a saltar olas y tapar los pies con arena. Pequeños placeres para despedirnos de este tranquilo y recuperador viaje familiar.
Devolución de coche de alquiler y vuelta al aeropuerto. Lugar donde India sigue pasándoselo genial y nos hace las esperas mucho más amenas. Sobre todo si se adaptan espacios para los más pequeños, como los que vimos en este aeropuerto de Mallorca.
Seguiremos viajando…