Menorca en cuatro días
Mallorca, Menorca, Ibiza, Formentera y Cabrera. Las cinco islas principales del archipiélago balear. Cada una con su particular carácter. Mallorca, la más grande y cosmopolita; la isla preferida de los alemanes. Ibiza, la más fiestera; la elegida por todos los jóvenes europeos. Formentera, la menos explotada; la más natural. Cabrera, con la protección máxima de Parque Nacional. Y entre todas ellas, Menorca. Que tiene un poco de todas.
Cualquiera de todas estas islas son imposibles de disfrutar, según nuestra forma de hacer turismo, en los meses de julio y agosto. Es por ello que recomendamos su visita a principios o finales de verano. En nuestro caso, cuatro días a finales de mayo. Precios más económicos y, sobre todo y lo más importante, poco masificado. Os contamos.
Tras la llegada al aeropuerto a última hora de la tarde, alquilamos un coche y nos pusimos rumbo a los apartamentos Blancala. En Cala Blanca, al oeste de la isla. Check-in y todo preparado para comenzar el día siguiente lo más temprano posible.
Día 1, zona sur-este.
Tras el desayuno tomamos de nuevo rumbo este (el aeropuerto está en esta otra zona de la isla) para dirigirnos a la cala Mesquida. El aparcamiento es pequeño, pero al ser primera hora no tenemos problema para dejar el coche. Un pequeño paseo por la orilla para tocar por primera vez el agua en este viaje. Siguiendo las marcas del Camino de Cavalls encontramos una pequeña cala próxima, pero más rocosa. No es hora de comida, pero el restaurante Cap Roig tiene unas vistas interesantes para disfrutar de la buena gastronomía menorquina.
En menos de una hora hemos conocido este bonito rincón que comenzaba a llenarse de bañistas en el momento que la abandonamos en busca de la fortaleza de la Mola.
Es el punto más oriental de España. Una gran fortaleza donde merece la pena invertir un par de horas en visitar. Un paseo por sus muros, por sus baterías y por toda esta minipenínsula fortificada que tiene rincones de película. Puedes desplazarte por ella en bici o carrito eléctrico. Pero nosotros decidimos hacerlo a pie siguiendo una de las guías que te ofrecen en la entrada.
Mahón
Es momento de poner en el GPS del coche rumbo a Mahón. Nosotros no nos complicamos para buscar aparcamiento. Directamente al parking de la plaza de la Explanada. Desde allí, un agradable paseo por la Calle de las Moreras nos introducirá en el bonito casco histórico de la ciudad.
Cantidad de tiendecitas, bares y restaurantes brindarán tu presencia… Al final de la calle nos toparemos con la catedral y una zona peatonal que invita al paseo. Junto a la catedral la calle de «las vueltas» desciende directo al puerto. Ubicación de postal que parece sacada de otras latitudes más tropicales.
Una vez en el puerto. Es recomendable el paseo para elegir en cuál restaurante pararemos para comer.
Tras la comida era el momento de volver en busca del coche, callejeando para conocer nuevas calles de camino a la plaza de la Explanada.
Calas y Benibeca
El destino, el Fuerte de Marboroug, en Sant Esteve. Pequeña y bonita cala de pescadores. Nos encontramos cerrado la visita por el horario, así que informaros bien antes de ir si estáis interesados en verlo. Y como no hay mal que por bien no venga… paseando hasta el aparcamiento conocimos mejor este bonito rincón menorquín.
El tiempo que no pudimos usar en ver el fuerte, lo dedicamos en buscar la escondida cala Fafaelet, en S´Algar. Es difícil encontrar la cala. Pero la aventura nos gusta… En la parte norte de esta urbanización. Junto a un muro que parece que no delimita nada, sale un sendero de menos de un kilómetro que desciende entre la vegetación a este recóndito lugar. Una cala estrecha y larga, un canal al mar. No teníamos bañador, pero mereció la pena el paseo.
De vuelta al coche, tomamos rumbo al pintoresco pueblo de Binibeca. Blanco como la cal. Callejuelas laberínticas. Estrechos pasos. Piérdete por sus calles y vuélvete a encontrar. Interesante su visita. Y si lo acompañas con un helado, más aún. Disfrútalo.
El objetivo final del día estaba claro. Había que terminar viendo el atardecer desde la Cova d´en Xoroi, en Cala en Porter. Pero antes hasta llegar allí existen varias calas como Binisafuller, Calo Blanc, Biniparax, Binidalí, Es Canutels o Cales Coves.
De todas ellas, decidimos parar en Calo Blanc y Cales Coves.
Cales Coves y Cova Xoroi
Caló Blanc es una minicala que está muy cerquita de la carretera, pero que si no sabes donde se encuentra con exactitud, te la puedes pasar sin darte cuenta. Hay una explanada para aparcar y luego cruzar durante 15-20 m unas encinas o pinos que dan directos a este rinconcito. Nosotros solo nos asomamos, pero es un lugar perfecto para disfrutar en épocas de poca masificación o a primeras horas o últimas del día.
Y Cales Coves, es una cala a la que hay que acceder por un camino pedregoso donde el coche sufrirá si no vamos con cuidado. Una valla nos cortará el paso y deberemos seguir a pie no más de un kilómetro. Lo particular de este lugar es que es una necrópolis donde todas las cuevas que veamos en los acantilados son nichos funerarios.
La vuelta la podemos hacer por la misma pista o por un escondido sendero paralelo marcado por el GR-223 del Camino de Cavalls.
Y ya sí directos a la explotada cueva de Xoroi. Una discoteca creada en una cueva en un acantilado con caída de las que quitan el hipo hacia el mar. La naturaleza explotada. Curioso lugar. Unas buenas «pomadas» (gin local «Xoriguer» con limón) mientras escuchamos música en directo a la espera de la caída del sol.
El día, se había acabado, quedaban las fuerzas justas para volver a los apartamentos y cenar para ir a la cama y preparar una nueva jornada.
Día 2, zona norte.
De nuevo amanecía un día precioso. Las vistas a la piscina y al mar que nos ofrecen estos apartamentos llenan de energía a cualquier persona que se precie. Por eso no nos importaba de nuevo hacernos una buena kilometrada con el coche en busca de nuevos lugares.
Primera zona de visita La Albufera en Es Grau. De nuevo nos cruzábamos la isla para poco a poco ir acercándonos a lo largo del día.
Una primera toma de contacto con la Albufera la realizamos dando un pequeño paseo por unos miradores desde donde pudimos observar algunas de las aves que viven en este ecosistema tan particular.
Tras el paseo, nos acercamos con el coche hasta Es Grau. Dejamos aparcado en la entrada de la localidad y dimos un nuevo paseo. Este más interesante que el segundo puesto que iniciamos la ruta a nivel de las aguas. Unas pasarela nos dirigieron hacia un pequeño promontorio donde había un bonito mirador.
Tras disfrutar de las vistas de la amplia albufera, nos dirigirnos por un bonito sendero hasta la playa de Grau. Aquí la recorrimos por su orilla hasta volver al punto de partida donde habíamos dejado el coche.
Nuestro siguiente objetivo era busca el faro de Favarix. Situado en un recóndito cabo al noreste de la isla. Un paisaje desértico, casi lunar, rodea la construcción. Ojo, que el acceso en coche estará cortado a partir del primer día de junio, obligando la visita en bus para evitar las masificaciones.
Fornels y Cavallería
Siguiente objetivo, Fornells. De camino a esta localidad, famosa por sus calderos de langosta, podremos visitar Port Dalaia, Arenal d´en Castells, Arenal de Son Saura y su cala Pudent con un breve paseo a pie. Pero obviamos todos estos lugares por el hambre que arreciaba en nuestros cuerpos.
Buscamos varios restaurantes con el objetivo de un buen caldero de langosta. Ojo, muchos tienen precios prohibitivos. Cada uno que adecúe su economía en función de sus posibilidades. Hay otras webs especializadas para este menester culinario.
La bahía de Fornels transmite tranquilidad. Sus barcos, sus aguas protegidas de mar abierto, sus vistas de la otra orilla. Será interesante bajar la comida por su paseo marítimo.
Pondremos rumbo a punto más al norte de la isla. El cabo de Cavallería. Dejaremos de lado la visita a la cala Tirant para disfrutar de una carretera que nos introduce en un paisaje que parece independiente del resto de la isla
La playa de Cavallería, de camino al faro, invita a parar. Un breve paseo hasta su arena nos confirma las características de esta zona norte de la isla. Tierras rojizas y aguas revueltas, menos cristalinas. Chapuzón para evadir el calor de estas horas y vuelta al coche para seguir destripando la zona.
La carretera nos dirige sin titubeos hacia el norte. Debemos parar para abrir una portela (que una vez dentro debemos volver a cerrar), si no el ganado que guarda se escaparía. Interesante tarjeta de presentación.
Un pequeño estrecho de la tierra marca la cala Viola, donde la vida camper se hace fuerte, miramos de reojo con envidia sana, pero no toca en esta ocasión. Seguimos hacia el faro. Una recta interminable acaba con la silueta de este faro. El más septentrional de la isla.
Monte Toro
Cerca quedan las exóticas playas Benimela y Pregonda. Pero las dejamos para la próxima visita. Es momento de conducir dirección Es Mercadal para subir al punto más alto de la ínsula, el Monte Toró. 358 metros sobre el nivel del mar. Toda una atalaya para la isla. Con vistas espectaculares a la bahía de Fornells.
De camino a Ciudadella, podremos desviarnos a visitar la bonita cala Algaiarens o la urbanización Cala Morrell, donde existe una roca erosionada por el mar con curiosa forma de elefante.
Pero no disponemos de todo el tiempo que quisiésemos. Y ya bastante exprimimos los días, como para ser más agonías.
Alrededores de Ciudadela
Dejamos Ciudadella de lado para seguir hasta las urbanizaciones que hay un poco más al oeste. Allí, dentro de la mole urbanística que hallan varias calas, algunas demasiado preparadas para el turismo, como son las calas Piques, Forcat, Brut y Blanes. Todas ellas rodeadas de apartamentos y hoteles.
Elegimos cala n´Brut para conocer este tipo de «piscinas naturales» creadas para las urbanizaciones que las rodean. Bien preparadas. Pero en nuestra ocasión, llenas de medusas…
Tiempo ahora de volver a los apartamentos. Cambiarnos. Ducharnos. Ponernos guapos. Y disfrutar de Ciudadella.
El atardecer desde el Castillo de San Nicolau dará el punto de partida a la visita nocturna de esta ciudad. El paseo de vuelta hacia la plaza de Born lo haremos por la calle trasera a la principal. Grandes caserones se abalanzan sobre el puerto natural de esta bonita ciudad. Usaremos pasarelas de madera para llegar hasta el final del puerto donde el bullicio de los restaurante animan la noche menorquina.
Desde la plaza Born, daremos paso al casco antiguo. Peatonal en algunas partes. Disfrutaremos del ambiente y de visitas familiares. Un paseo que, como en Mahón, nos invita a perdernos por sus calles.
El nivel de batería llegaba a su fin. Y aún nos quedaba un tercer día intenso.
Día 3, zona sur-este. Camino de Cavalls.
Muchas ganas le tenía a este camino que rodea el perímetro de la isla. Camino de Caballos. Caballos que vigilaban la llegada de intrusos a la isla siglos atrás y que ahora se ha recuperado para senderistas y valientes ciclistas. Habíamos encontrado hitos en muchas de nuestras visitas los días anteriores y hoy tocaba conocer la zona sureste de la isla a pie.
El plan sería dejar el coche en el parking de la playa de Son Saura a primera hora de la mañana y andar hacia el este para llegar hasta Cala Galdana, donde tomaríamos un taxi que nos llevase de vuelta a por el coche.
Un paseo que requiere al menos de calzado preparado para andar por suelo irregular.
El inicio por las aún solitarias playas de Son Saura nos hace presagiar una buena jornada recorriendo la costa sur de la isla. Pero pronto nos damos cuenta de la realidad del piso. Un suelo irregular que obliga a estar pendiente de los pasos más que de las vistas al frente que nos regala este camino.
Pero nos acostumbramos a ello antes de llegar a la primera cala tras dos kilómetros de pateo, Es Talaier. Aún desértica. Madrugar muchas veces nos regala estos momentos. Toda una cala paradisíaca para ti y tu pareja. Con aguas cristalinas, mar en calma. La tentación del baño es grande, pero el día está nublado y amenaza alguna pequeña precipitación.
Cala Turqueta y Macarella
Continuamos la marcha. Bosque mediterráneo a la izquierda. Mar infinito a la derecha. Ligera brisa al frente. Compañía de tu pareja. Y nada más. Solo por estos ratitos… Cala Turqueta asoma.
Parada, y primera mención de fecha simbólica. El momento tan puro me había hecho sacar de dentro lo que siempre me había asustado.
De nuevo solos en la cala. Mar azul turquesa. Brisa. Paz. El sonido del agua en la orilla. Parecía una isla desierta. Disfrutando. Con qué poco podemos ser felices. Solo 4 km de ruta.
Salimos con un ascenso un poco más fuerte para llegar a la Cala Macarelleta y su hermana mayor Macarella. Ya empezamos a encontrarnos con gente andando o en bici. La isla se despierta. Bañador puesto bajo las prendas de montaña. Curiosa y bonita mezcla.
A los 7km llegamos a unas de las calas más famosas de la isla. Un chiringuito preparado para la llegada masiva de turistas así nos lo confirma. Un par de cervezas por lo bien que lo estamos haciendo. Y continuamos.
Cala Galdana
Cala Galdana nos espera para dar fin a nuestra ruta de hoy. La pista se ensancha y la cercanía de este núcleo urbano permite la aparición de gente con más asiduidad. A los 10 km estábamos en su playa tomando una cerveza y comiendo en su chiringuito con vistas exclusivas sobre la cala.
Una breve siesta con buena cabezadita y a decidir. Chispeaba. Pero paró rápido. Podíamos seguir un poco más hasta la siguiente cala. Y luego vuelta a Cala Galdana a por el taxi.
Bordeamos el paseo marítimo para salir de la ciudad por una escalinata que nos introduce en una urbanización antes de dejarnos definitivamente de nuevo en el bosque mediterráneo. De nuevo solos hasta llegar a las calas Mitjana y Mitjaneta. A solo 2 km de distancia.
Solo quedaba disfrutar del sol, que momentáneamente había salido. Despedirnos de los hitos del GR y tomar la pista de acceso de los coches para salir casi a la carretera y entrar en Cala Galdana con un helado en la mano.
El buscar un taxi no fue tarea fácil. Fuimos a la parada de taxis. Pero ni taxis ni nadie que respondiese a los teléfonos que allí se publicaban. Tras casi una hora conseguimos que un amable taxista nos llevase de vuelta a Son Saura a por nuestro coche.
Solo quedaba volver al apartamento y disfrutar de la cala que tiene a escasos 50m. Un buen chapuzón y a la ducha. Había que ver el atardecer hoy en esta misma cala. «Nuestra» cala que habíamos tenido al lado durante estos días y no lo habíamos disfrutado. Brindando por todos vosotros.
Día 4. Poblado talayótico Torre d´en Galmes
El último día tuvimos tiempo de visitar de camino al aeropuerto el poblado talayótico de Torre d´en Galmes. Curioso museo abierto de las costumbres de los primeros pobladores de estas tierras que siempre han sido disputadas por británicos, franceses y españoles.
Una visita de una hora es más que suficiente para descubrir esta ciudad prehistórica que aún mantiene en pie muchos de sus muros. Es interesante una breve charla previa en el centro de interpretación para valorar más si cabe este importante yacimiento.
Sin más… solo nos quedaba devolver el coche. Esperar el avión. Y volver a casa con las energías renovadas…
Gracias niña por organizar todo con tanto cariño y esmero. Bendita agonía.