
Marrakech
Volvemos a la carga con una nueva escapada internacional. En este caso, nos desplazamos a una ciudad con gran personalidad. Auténtica como ella misma. Una ciudad que despertará del letargo a nuestros cinco sentidos. Estamos hablando de Marrakech. Pasen, vean… y disfruten.

El plan de viaje es para un puente corto. De tan solo tres días. Tres días en los que intentaremos sacar el máximo rendimiento posible, sabedores de que no es tiempo suficiente para empaparse de lleno de la ciudad y sus alrededores. No obstante, aquí os explicamos como lo organizamos.
Vuelo y acomodación.
El jueves llegamos en un vuelo de última hora (que ya salía con una hora de retraso). La única idea era la de llegar a nuestro riad para descansar. Pero un pequeño percance con el pasaporte en el aeropuerto nos impidió disfrutar de nuestro tiempo de relax. Una vez solventado los imprevistos, realizamos un pequeño cambio de divisas para no salir del aeropuerto sin la moneda local (1€=10,80 Dirham).
Dos consejos. Primero, llevad siempre vuestro pasaporte como una segunda piel. Y segundo, allí la picaresca funciona mucho e intentan asemejar el cambio de un euro por 10 dirham, aunque digan que les da igual, en la medida de lo posible paga mejor en moneda local que en euros.
Tarik es nuestro contacto en Marrakech. Regenta un pequeño y limpio riad en el centro de la medina, habla español y siempre está muy atento a sus clientes. Él mismo fue el encargado de gestionar nuestro tránsfer desde el aeropuerto hasta la puerta de su riad para agilizar nuestra llegada por 15€.
Un taxi nos trasladó hasta la popular plaza de Jamaa al Fna. Allí otro chico nos montó las maletas en una carreta para cruzar toda la plaza. Esto nos permitió tener una primera toma de contacto con el ambiente nocturno marroquí. Poco minutos después, y tras una propina inesperada, habíamos llegado hasta la misma puerta de nuestro hospedaje donde nos esperaba Tarik.

Tras el registro, la acomodación y las advertencias para nuestra estancia en la ciudad (a modo de astucias y regateos), dejamos cerrados con Tarik las excursiones que realizaríamos en nuestra estancia. El precio, 25€ por persona por visitar las cataratas de Ouzud y otros tantos por un paseo en camello por el palmeral de Marrakech.
Era media noche cuando estábamos entrando definitivamente en la habitación para descansar y cenar un ligero sándwich comprado en el aeropuerto de Madrid.
Durante la noche, y sin salir de la cama, seguimos adaptándonos a su cultura a base de oraciones en plena madrugada. Y es que nuestro riad se encontraba junto a la mezquita del barrio. El minarete parecía estar en el mismo patio de nuestro riad.
Free Tour por Marrakech.
El viernes amanecía con prisas. Nuestro horario contaba con una hora menos en territorio marroquí, pero hacía unos días que el gobierno del país vecino había decidido no cambiar al horario de invierno, por lo que mantenía su hora de verano y así coincidir con la hora española.

Este detalle nos obligó a salir del riad con tales prisas que no nos permitió disfrutar del desayuno en sus instalaciones, pero a la postre sí un café junto a la mezquita de Koutoubia, donde partía nuestro Free Tour en el día de hoy.
Eran las 9:30 de la mañana y Adil, nuestro guía marroquí se presentaba al grupo. Unas informaciones básicas y generales sobre la ciudad y la cultura fueron suficientes para romper el hielo y empezar la interesante visita guiada por las laberínticas calles de la medina.

Durante las cinco horas que duró la actividad, Adil nos mostró infinitas callejuelas, rincones, pasadizos y plazueletas. Todo acompañado con explicaciones amenas en un buen español. Simpático y cercano, respondió a todas las preguntas que surgían durante la visita.
Tradiciones, costumbres, anécdotas, historia… De todo ello iba hablando a medida que nos conducía por el zoco y la zona de los gremios artesanos. Ver como se trabaja el acero, la madera e incluso el cuero en la misma calle, te permitía viajar al pasado.
Una visita al museo de Dar Si Said (pagando la entrada de 20 dirham) nos permitió conocer la belleza de la arquitectura marroquí, escondida tras los muros exteriores.

La visita tiene una parada a modo de descanso en una farmacia-botica donde te muestran cantidad de productos que intentan vender. Fue la única nota negativa (aunque graciosa) de la jornada. Recuerdo que la picaresca es su fuerte.
La visita continuó por el barrio judío de la Kasbah. Donde notamos el cambio de edificaciones para llegar hasta la bella puerta de Bab Agnaou, desde donde iniciaríamos el regreso a la mezquita para concluir nuestra visita guiada.

Entre medias de nuestro paseo cruzamos junto a las Tumbas Saadíes, Palacio de Bahía y Jardín Secreto. Algo más lejos quedaban la Medersa Ben Youseff, el palacio Badí 0 los Jardines de Menara y Majorelle. Así como el peculiar palmeral a las afueras de Marrakech. Algunos de estos lugares trataríamos de visitarlos a la tarde en un desafío extremo a la orientación en este aparente caos urbanístico.

El despido del grupo a nuestro guía se acompañó con una propina de unos 70-80 dirham por persona (unos 7-8€) por los servicios prestados durante toda la mañana. Solo quedaba abusar un poco de su confianza para que nos indicase los lugares donde poder tomar una cerveza y descansar de cara a la segunda parte de la jornada de hoy.
Paseando por Marrakech.
Dos o tres sitios fueron los indicados, pero solo uno el elegido. La terraza del hotel Tazi. Donde unas Casablancas a 5€ el tercio saciaron nuestra sed a la vez que nos regalaba unas vistas panorámicas de la ciudad.

El sol se hacía fuerte mientras estudiábamos el callejero marrakechí con el objetivo de llegar a las Tumbas Saadíes, Medersa de Ben Youseff y Jardín Secreto.
Llevando nuestra orientación al límite, conseguimos sin muchos problemas el primer objetivo de la tarde. Mezclándonos por primera vez sin compañía entre la población, nos presentamos en las taquillas de las Tumbas Saadíes (70 dirham por persona, cierran a las 18:00).

Allí disfrutamos de las peculiares tumbas laterales (mirando a La Meca) y las bellas decoraciones de los habitáculos, destacando una por encima de todas. Allí debimos hacer una cola de una media hora para su acceso. Pero mereció la pena. Amenizamos la espera con dos componentes del grupo del free tour de la mañana.
Tocaba ahora el plato fuerte de la orientación. Dirigirnos hasta la Medersa de Ben Youseff (que dicen parecida a nuestra Alhambra). Debíamos desplazarnos hasta la populosa plaza de Jamaa Al Fna para tomar referencia y continuar la búsqueda. Sorprendidos por el acierto en nuestras decisiones, llegamos al lugar indicado.
Tras dar una vuelta a la manzana donde debería estar ubicada su acceso, decidimos preguntar para confirmar nuestra situación. Para asombro nuestro, nos comunicaron que estaba cerrado por reforma durante los próximos dos años. Esta información nos la dio un comerciante al que preguntamos en la misma zona.
Y aquí surgió el momento único del viaje. Este mismo comerciante, nos preguntó si podía hacer una foto a las botas de Afri. Asentimos a su petición y nos invitó a entrar en su tienda. Con cara de pena nos indica que no tiene móvil y que debe hacer un dibujo a mano. Le respondemos que no nos importa y accedemos a su petición.
Fue aquí donde vivimos un momento de lo más real. Mientras dibujaba bocetos de la bota, mantuvimos una conversación en un idioma mezcla de italiano y español. Nos contaba sobre su familia bereber y sus trabajos con pieles de dromedarios. Nos ofrece té y pasamos allí una interesantes velada.

A modo de gratitud, vistió a Afri como una auténtica bereber y las risas fueron constantes. Gran momento el vivido en este especial rincón de la medina.
A la vuelta pasamos por el Jardín Secreto pero sus puertas acaban de ser cerradas (18:00). Aprovechamos para entrar en unos baños públicos por el precio de 1 dirham. El objetivo ahora era llegar a la plaza para divisar el atardecer desde uno de sus miradores a modo de terrazas.
La elegida, el Café de Francia. Allí tomamos un refresco y una minipizza, a modo de tapa, para esperar el momento mágico donde el sol se ponía tras la silueta de la gran mezquita. A la vez, la plaza comenzaba a iluminar sus puestos y prepararse para la vida nocturna.

Con la noche echada sobre la ciudad, decidimos buscar un lugar para cambiar euros en monedas locales. Lo hicimos en el hotel Tazi. Era el momento de cenar en una de las calles recomendadas por nuestro guía de la mañana.
El restaurante Oscar es el elegido. Tajín de verduras, ensalada marroquí y un couscous de carne. Gastronomía propia del lugar. Sabores fuertes que nos llenan por unos 100 dirham la cena a los dos.

De camino al riad, Afri quiso pasar de nuevo por la ambientada plaza para el regateo de cara a un tatuaje de henna. Teniendo en cuenta los consejos de Tarik, Afri redujo el precio de 450 a 50 dirham. Tras el máster en regateo ofrecido, era el momento de disfrutar del show entre dibujo y atención de nuevos clientes.

Quedaba un leve paseo por las calles de la medina. Mientras la henna se secaba en la mano de Afri buscamos algunas compras de postales, imanes y algún recuerdo a modo de billetera para disfrutar del divertido regateo.
El día estaba echado, debíamos volver al riad, no sin antes desorientarnos en una calle en la que estábamos convencidos de la buena dirección. Curioso como nos ofrecían hachís con el mismo disimulo que lo hacían con la cerveza.

Llegamos al riad, Tarik nos esperaba en la calle para confirmar la excursión del día siguiente a las cascadas. Fue llegar a la cama y descansar de cara a la segunda jornada del viaje.
Cascadas de Ouzud.
Aún no había amanecido cuando el desayuno esperaba en el pequeño y acogedor patio del riad. Un completo desayuno que nos aportaría las energías necesarias para nuestra excursión en el día de hoy.
A la hora indicada, en la puerta nos esperaba un taxista que nos llevaría a una estación donde coger el minibús de camino a Ouzud. Dos horas y media de viaje nos esperaba por delante.
Puede parecer mucho tiempo, pero es cuestión de actitud. En el viaje pudimos observar los paisajes, la conducción, los poblados… Y un espectacular skyline del Atlas nevado que hacía la delicias con el paisaje al fondo.
Una breve parada permitió recordar que la mítica Mirinda sigue al pie del cañón.
A la llegada nos recibió un guía que nos hablaría sobre la sencilla ruta a realizar, las peculiaridades del cauce que crea este salto de agua y alguna que otra información más. Unos 3-4 km de paseo agradable.
El inicio se realiza por el margen derecho del río, por la parte alta de la cascada. Unas tranquilas aguas se desplazan hacia el monumento natural al que en breve llegaremos con nuestros propios pies.

El mirador desde lo alto bien es digno de admirar con tanta intensidad como la precaución a tener en cuenta. Poco más de 100m nos separaba de la base. Un segundo mirador nos permitiría disfrutar de la grandeza del lugar.
Las explicaciones del guía más servían para practicar el «listening» de inglés que de interesarnos por su contenido.
Tocaba descender por un denso bosque en el que tendríamos una peculiar visita de unos monos autóctonos que por allí habitan.
Una vez abajo. Tocaba el turno del descanso. Con un jugo de granada entre nuestras manos observábamos como el arcoíris hacía su bonita presencia.

Tras el tiempo de descanso, nos aproximamos a la base. El puente para cambiar de vertiente había sido arrollado por unas riadas anteriores y tocaba subir a las barcas para acceder al otro lado. De paso ya te acercaban a la misma caída de agua donde casi conseguimos meternos bajo el imponente chorro de agua.
Calados de agua, volvimos a la orilla opuesta, tras el pago de 20 dirham por cabeza. No había otra elección, pero tampoco era un precio desorbitado por los 10 intensos minutos vividos bajo a gran cascada.
Retomando la altura inicial se encuentran los restaurantes. Tienes la opción de parar a comer o continuar. Decidimos parar y disfrutar de las vistas que nos ofrecía. Al fin y al cabo habíamos venido a ello. Tajín de verdura y brocheta de carne.
Tras la comida aún quedaban otro par de miradores. Tal vez los más atractivos. El primero por su cercanía donde podías sentir el rugir del agua y casi tocar el arcoíris. Y el segundo por la perfecta perspectiva del lugar.
Solo quedaba volver al lugar de partida tras el paseo por innumerables tiendas que obviamos. Coger el bus y volver de camino a Marrakech.
Más tarde de lo esperado llegamos al riad, este horario nos impedía visitar el hamman que amablemente Tarik nos había reservado. Pero no nos importó, cambio de planes. Íbamos a cenar por todo lo alto.

El restaurante Al Baraka fue el elegido. A las 20:30 entramos para cenar y disfrutar de su bonita terraza. Amenizado por música en directo y un atractivo baile del vientre.
Vino, ensalada especial, pastilla de verdura, couscous de pollo y un postre de lujo. Incluso copita de whisky. Todo ello por 600 dirham (60€) precio muy bueno para un restaurante de lujo en plena plaza de Jamma al Fna.
Casi tres horas más tarde salimos del restaurante. Curioso como en la ambientada plaza no había ni rastro de turistas a estas horas de la noche (algo más tarde de las 23:30 horas). Tras un leve percance, decidimos dirigirnos al riad y descansar de cara a la última jornada del viaje.
El Palmeral.
El último día en la ciudad lo dedicamos para montar en camello. Ya que no pudimos ir hasta el desierto, al menos nos quedaba esta consolación.
El día amaneció completamente despejado, lo que nos permitió disfrutar de un abundante desayuno en la azotea del riad. Sobre la mesa; café, té, zumos, pastas, tortitas… Casi no cabía todo en la bandeja. Unas bellas vistas de toda la ciudad donde el skyline es uniforme, solo recortado por las mezquitas. Al fondo, los montes nevados del Atlas, con el Toukbal presidiendo todo el escenario de la mañana.

A la hora acordada estaba en la puerta la persona que nos llevaría hasta el Palmeral, a las afueras de Marrakech. Un breve paseo por la medina hasta sacarnos a la plaza donde nos esperaba un taxi que nos conduciría al lugar indicado. Un desplazamiento en coche que no llegó a los 15min.
Ya en el Palmeral, nos vestimos de bereberes, nos presentaron a los camellos y nos subimos a ellos con la intención de dar un paseo de aproximadamente una hora a sus lomos.
El paseo fue tranquilo. Una temperatura agradable, un movimiento rítmico placentero y las palmeras que alternativamente iban mostrando el bonito horizonte nevado del Atlas. El guía provechaba ciertas paradas para arrancar hojas de palmeras y realizar hábilmente unas pulseras y figuras modo de «papiroflexia» como regalo.
La experiencia fue muy gratificante. Una pequeña propina por los «regalos» de papiroflexia y un agradable té bajo la jaima dieron por concluida esta bonita experiencia.

Tocaba volver al centro de la ciudad. Aún disponíamos de tiempo suficiente para visitar el Jardín Secreto (80 dirham con acceso a la torre). Es curiosísimo como se esconde este gran y bello patio en el mismo centro de la Medina. Es inimaginable el que tras sus modestas puertas podamos encontrar esta bonita joya natural.
Nosotros compramos el acceso para subir a la torre. Arriba un guía nos explicaba todo que nuestra vista alcanzaba. Desde casas particulares aledañas al jardín hasta las formaciones montañosas que se divisaban a lo lejos.
Tras la visita, decidimos hacer una compra de una lámpara de bronce que nos había llamado la atención durante estos días. Decidimos «perdernos» por las callejuelas de la medina y disfrutar relajados de lo que nos indicase nuestro instinto. De esta manera encontramos locales completamente auténticos.

En un quiebro de nuestro paseo volvimos a coincidir con nuestro amigo el berebere de las botas de Afri del primer día. Nos volvió a invitar a un té a pesar de estar ocupado con su clientela. Pero nuestro objetivo aún no había aparecido.
Unos minutos más tarde nos dimos de bruces con una calle repleta de lámparas de bronce. Comenzaba la fiesta del regateo. Todo un arte el de comprar en estos establecimientos. Tras unas cuantas tiendas, unos cuantos regateos, y con las recomendaciones de Tarik siempre presentes, salimos de la zona con nuestra compra realizada.

Llegaba la hora de la comida y apetecía una cerveza. Preguntamos en algún bar, pero debíamos salir de la medina para poder encontrarla sin dificultad. Así que tomamos dirección hacia la mezquita de Koutubía y dirigirnos a la «zona europea» y comer en el restaurante Portofino, donde dimos buena cuenta de unas hamburguesa junto a dos Casablancas.
Se acercaba la hora de la despedida y nos dirigimos al riad donde quedamos con Tarik para que nos llevasen al aeropuerto.
Un breve descanso en su pequeña terraza para esperar la hora y proceder al traslado a la inversa que dos días atrás. La carreta para desplazar las maletas por la medina y el taxi para acercarnos al cercano aeropuerto.
Menos mal que llegamos con tiempo de antelación. En el aeropuerto de Marrakech no existen los lectores de códigos QR en los móviles, por lo que debemos llevar impresos las tarjetas de embarque.
Eso, y que volar con Ryanair cada vez es más odisea, nos hizo esperar mas de una hora en el mostrador de facturación para recibir un simple sello a pesar de haber confirmado vía internet la maleta de mano en cabina.
Este es el diario de nuestra breve estancia en esta bella y auténtica ciudad marroquí. Espero que os haya servido de ayuda para hacer vuestro propio viaje. Y si tenéis alguna duda, no dudéis de contactar con nosotros.

