
La Palma «La Isla Bonita»
Introducción
Benahoare; como la llamaban los Guanches antes de que fuese conquistada por Alonso Fernández de Lugo para los Reyes Católicos en 1493, es especial. Diferente.
Con más kilómetros de senderos que playas. Con más botas de montaña que sombrillas por kilómetro cuadrado. La isla de La Palma, es conocida como La Isla Bonita. Es toda ella Reserva Mundial de la Biosfera.
Su cielo límpido la hace ser única para los observatorios astronómicos, de importancia mundial. El Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, con su cota máxima de 2.426 m de altura, permite una amplia biodiversidad con paisajes imposibles; y la hace una de las islas más altas del mundo en relación con su extensión.

Y además es la ínsula donde se produjo la última erupción volcánica de España, la del volcán Teneguía, que con su lava en 1971 ganó terreno al mar, ampliando la extensión de nuestro país.
Y playas… algunas. De arena y piedra volcánica. Negras. Singulares.
Isla de gentes tranquilas y amables. De grandes tradiciones. De cultura arraigada.
En definitiva, una isla especial. Que merece la pena ser vivida.

A nosotros nos gusta madrugar, es muy recomendable para poder aprovechar al máximo el primer día de viaje. Nuestro vuelo lo realizamos con la aerolínea Norwegian a Tenerife; y un posterior transbordo en el peculiar vuelo Binter nos permitirá tomar tierra a media mañana en el aeropuerto de La Palma.
Descarga aquí el mapa con los lugares visitados
El volcán Teneguía
Y como allá donde fueres haz lo que vieres, lo primero que hicimos fue calzarnos las botas de montaña para, seguidamente, coger el coche de alquiler previamente reservado en Cicar y ponernos rumbo al sur de la isla.
De camino al Monumento Natural del Volcán Teneguía, hicimos una breve parada en la Cueva de Belmaco. Lugar donde la presencia de múltiples petroglifos confirman la existencia de vida hace miles de años en este rincón insular.
Sin demora continuamos hasta llegar a la localidad de Los Canarios para descender al punto más meridional; el faro, y las salinas de Fuencaliente.

Aquí dejamos el coche para dirigirnos al restaurante temático Jardín de la Sal. Una buena comida en relación calidad-precio con un trato amable y exquisito. Recomendable.
Fue allí mismo donde nos facilitaron el contacto de un taxista local que nos subiría de nuevo hasta la localidad de Los Canarios para hacer nuestra primera caminata del viaje por unos 9€.
Nuestra intención previa era realizar la bella Ruta de los Volcanes, pero decidimos realizar únicamente su última parte. La menos transitada; la menos llamativa. Pero la más curiosa; la más joven. La más atractiva.

El volcán Teneguía ha sido el último en la historia geológica de nuestro país en pedir protagonismo. Su erupción en 1971, fue la última vivida (exceptuando la sumergida en 2011 a 5km y 150m de profundidad de las costas de El Hierro) y mediante la cual se ganó terreno al mar. Estas serían las peculiares tierras que íbamos a visitar.
Desde el Centro de Visitantes del Volcán San Antonio comenzamos nuestro pateo obviando su visita. Seguiremos las indicaciones del GR-131, más conocido como El Bastón. que durante 72km recorre la isla al completo. Pero hoy nosotros solo haremos 7 km del recorrido total
El inicio nos permite divisar los peculiares viñedos de Los Quemados y disfrutar de las sombras de los pinos canarios que poco a poco van desapareciendo mientras rodeamos la ladera del imponente volcán de San Antonio.
El anárquico malpaís se hace presente para adentrarnos en las proximidades del respetuoso Teneguía. La vegetación desaparece por completo situándonos en tierras que parecen sacadas del mismísimo infierno. Tierras que contrastan con las tranquilas aguas del Atlántico que asoman en la lejanía.

Un camino nos atraerá para sacarnos del trayecto oficial. Nos ofrece hacer cima en este joven y respetable cono volcánico. No podremos desaprovechar la amabilidad con la que se nos ofrece este interesante anexo.
Así pues, casi sin mucho esfuerzo, nos veremos en lo alto del último volcán en entrar en erupción en España. Sensaciones encontradas y ligero olor a azufre.
De vuelta al camino original, se confirmará lo que el ímpetu no nos habrá dejado ver, el desolado aspecto del terreno que nos rodea. Terreno de que hay que saber extraer su particular belleza.

El Sol, que arrecia sin compasión; las sombras inexistentes y el confuso malpaís te obligarán a ser diligentes en la marcha.
Al fondo asomabará el faro de Fuencaliente, que en esta ocasión nos servirá de guía en tierra firme. A nuestra derecha quedan las nuevas y jóvenes tierras que el propio volcán ha ganado al mar hace ya más de cuatro décadas. La playa de Ancón, y la de Zamora más próxima, avivarán el apetito del contacto con el agua marina.

Tras poco más de dos horas estaremos ya de nuevo en el coche, con un primer objetivo cumplido, y en busca del siguiente.
Éste no será otro que el de descansar nuestros pies en la cercana playa Nueva. Playa de piedras negras con forma de garbanzos que unido al frescor de las aguas parecerán situarnos en un auténtico spa natural. Relajará nuestros pies y reactivará tu circulación sanguínea tras la caminata. Botas sobre la playa. Tiempo de relax. Curiosa la sensación de saberse en un lugar con tan solo cuarenta años de existencia.

Antes de abandonar este idílico lugar, un previo paso por las pozas de Echentive, aguas termales que, dicen, fueron sepultadas parcialmente en una de las numerosas erupciones volcánicas de la zona.
Ya en el coche, circularemos entre los extensos campos de plataneros del suroeste insular antes de poner rumbo a nuestro apartamento en Los Cancajos, uno de los pocos reductos turísticos existentes en toda la isla.

A la noche es recomendable la visita al restaurante Casa Goyo y una visita exprés por las empinadas calles de Villa de Mazo. Pero posiblemente el cuerpo no dé para más. Y aún quedan dos apasionantes días por delante.
Nacientes de Marcos y Cordero
Tocará hoy la visita al plato fuerte del viaje. Los Nacientes de Marcos y Cordero, situados en el noreste de la isla. Isla que nos iba a confirmar su carácter camaleónico.
Densos bosques de laurisilva, infinitos pinares canarios y una exuberante vegetación nos esperan en nuestra ruta de hoy. Los nacientes son lugares donde mana el agua de manera impresionante. Tanto, que es aconsejable el uso de chubasquero para ciertas partes de nuestro trayecto.
Este agua es canalizada por las recortadas laderas de la montaña que hasta en 13 ocasiones se introducen por túneles tallados en la piedra. Es por esta razón por la que también es aconsejable el uso de frontal para cruzar algunas de estas cavidades que llegan hasta los 300m de longitud.

Para llegar al punto de inicio debemos dirigirnos hasta el Parque Natural de las Nieves, concretamente al Centro de Interpretación de Los Tilos. Allí, con un breve paseo podremos observar una de las cascadas de agua más bonitas de la isla, e incluso de todo el archipiélago.
Pocos metros antes de llegar a la Caseta de Información, observaremos un puesto de taxi. Es ahí donde aparcaremos nuestro coche para usar este servicio que nos subirá en 4×4 al inicio de la ruta por un precio poco económico de 15€ por persona.
Poco menos de una hora dura el trayecto hasta la Casa del Monte, donde iniciaremos nuestra ruta de hoy.
Camino cómodo, pero peligroso por sus cortados al vacío. Durante los primeros 5 km seguiremos el canal de agua, siempre a nuestra izquierda, salvando túneles que requieren discreta agilidad.
Fuera de ellos, paredes verticales nos hacen perder la mirada hacia lo alto, y también hacia lo más profundo de estos escarpados barrancos.
Paisaje idílico que llega a su culmen en el duodécimo túnel donde el naciente de Marcos hace presencia. Agua por doquier bajo la oscuridad. Por los laterales, por el suelo. Cortinas de agua que nos empaparán haciendo este un punto de especial relevancia.

Tras deleitarnos con la magia de este lugar, tocará ahora ascender el único desnivel de la jornada, de no más de un km que nos dará acceso a la loma del otro naciente, el de Cordero.
En poco más de un km habremos llegado al segundo naciente de la ruta, mucho menos llamativo que el primero, pero de igual importancia.
Es aquí donde se inicia el descenso durante 9 km. A veces por el propio cauce del barranco y otras veces por su lateral en un adecentado camino. Por bosques de infinitos pinos canarios al principio, que dan pie poco a poco, a medida que descendemos, a un precioso bosque de laurisilva.

A falta de tres kilómetros para finalizar, tendremos la opción de desviarnos ligeramente hacia un mirador que sobresale estratégicamente para obtener unas espectaculares vistas que controlan este particular y encajonado valle. Es momento de disfrutar, pero con paciencia puesto que aún tendremos un largo, pero cómodo, camino hasta el punto final.

Poco después habremos llegado al punto donde habremos aparcado el coche tras una caminata de poco más de cuatro horas y unos 14 km de longitud. Eso sí, practicamente en descenso durante la mayoría del tiempo.
Tocará ahora una visita para refrescar nuestro cuerpo en el cercano Charco Azul, una peculiar piscina artificial con vistas infinitas al horizonte marino. Pero debemos tener en cuenta que esta zona occidental de la isla rápido pierde la vista del Sol en la tarde, debido a la prominencia de sus lomas centrales.

De camino a casa, y si aún os apetece una última visita, podremos visitar la playa más representativa de la isla. Hablamos de la Playa de Nogales. Acantilada, escondida, azotada por los vientos. Negra, fina. Diferente.

Desde el parking, un acceso de poco menos de un kilómetro nos da paso a este bello rincón que no debemos dejar de visitar. Preferentemente a la mañana, para disfrutarla con sol. Su acceso escalonado también nos permitirá divisar un paseo con formas geológicas particulares.

Por la noche, tendremos tiempo para ponernos «guapos» y visitar la capital de la isla. Santa Cruz de La Palma. Ciudad con calles peculiares de arquitectura indiana, donde nos sorprendió lo apagado de su ambiente.
Visita obligada a los balcones de su paseo marítimo, con bellas decoraciones pero con orígenes peculiares por ser la parte trasera de las casas donde se realizaban actividades poco higiénicas.

Parque Nacional de la Caldera de Taburiente
El último día proponemos madrugón. Antes de amanecer ya estaremos en la tortuosa carretera LP-4 que asciende hasta los 2.421m que establece al Roque de los Muchachos el punto más alto de la isla.
Poco más de una hora de camino para realizar casi 50kms; lo que nos indica lo revirado del trazado que debíamos afrontar con paciencia en la aún cerrada noche. Los colores cálidos empezarán a asomar en el horizonte. La recortada silueta de Tenerife le dará un toque bucólico al momento.
Por las fechas en las que hicimos el viaje (12 de octubre), el amanecer estaba previsto poco antes de las 7:30 am. Nos topamos con que hasta las 7:00 no abrían la barrera que daba acceso a la zona de los observatorios.

Nosotros decidimos volver unos pocos kilómetros sobre nuestros pasos. Justo a la altura del desvío al Monumento al Infinito, que hace honor a las impolutas y afamadas noches estrelladas de las que se pueden disfrutar en la isla (de las mejores a nivel mundial); y esperar al momento.
Tan solo serán unos minutos, pero el color dorado del Sol reflejado en el mar con el permiso de la silueta del Teide que parece controlar el momento bien merecerá que se detenga el tiempo.
Tras el amanecer, volveremos en búsqueda del Roque, ahora ya con el paso abierto al tráfico. Previamente, breve parada en el mirador cercano al Pico de la Cruz que nos permite divisar la monumentalidad de la Caldera de Taburiente desde sus puntiagudas crestas.
Los impresionantes observatorios internacionales flanquean el camino a uno y otro lado del asfalto antes de llegar al punto más elevado. El frío de la altura contrasta con la calidez de la costa. De nuevo el carácter camaleónico hará presencia.
Las vistas que nos ofrece este distinguido lugar, miremos hacia el punto cardinal que miremos, bien merecerán la pena.

El descenso, continuando el trazado de la LP-4, sigue siendo revirado; pero ahora ya tendremos la complicidad de la luz solar.
Quedará un largo y tedioso camino hasta Los Llanos de Aridane. Intentaremos disfrutare de él, mentalizandonos del largo viaje. El Mirador del Time nos presentará el barranco de las Angustias, salida natural del valle de Taburiente, e indicador de la proximidad del destino final.

El paso de esta barrera natural nos dará acceso al inicio de la tercera y definitiva ruta. La del mirador de los Brecitos que nos introducirá de lleno en el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente.
En la misma zona de estacionamiento existe un servicio de taxi (15€ dos personas ) que, como en el día anterior, nos subirá hasta el mirador desde donde iniciaremos nuestro descenso por las entrañas del espacio protegido.
Casi seis kms de ligero descenso por un bello pinar canario nos regalará vistas a los espectaculares morros que delimitan irregularmente el cielo en las alturas. Miradores hacia el omnipresente Pico Bejenjado.

Algunos pictogramas nos acompañaran hasta llegar a la zona de acampada. Lugar perfecto para tomar un descanso en el camino y disfrutar de la Playa de Taburiente. Un cauce de agua fresca, de los pocos que existen en todo el archipiélago, que corre con continuidad y que nos permite refrescar nuestros pies antes de proseguir nuestro camino.

Tras el descanso habrá que sortear una leve loma que dará paso a un violento descenso hasta lo más profundo de la caldera. En este tramo, la peculiar figura del Roque Idafe nos acompañará en todo el descenso, llamando nuestra atención por su prominencia y su figura en un equilibrio casi imposible.
Al llegar a un nuevo cauce, abandonaremos la pista para recorrer aguas arriba siguiendo los tonos peculiares que acompañan al agua.

En pocos metros habremos llegado a uno de los lugares más emblemáticos y singlares de la isla. La Cascada de Colores es una pequeña y escondida presa artificial que retiene las aguas creando un muro con tonalidades con tintes artísticos creados por la propia naturaleza.

Quedarán aún otros 7 kms hasta llegar al punto inicial. Un tramo por lo más profundo del Barranco de las Angustias que si bien resulta curioso e interesante en sus inicios, puede resultar pesado en sus tramos finales.
Así llegaremos hasta el punto final de la ruta, disfrutando del encajonado barranco hasta la conclusión de la ruta.
Tocará ahora relajarnos en la próxima playa de Tazacorte, comer en unos de sus chiringuitos de playa, descansar hasta ver como el Sol se despide de nosotros por el horizonte en un estratégico lugar tras el espigón del puerto.

Antes de volver a casa, debemos parar en Los Llanos para disfrutar de los dulces típicos de la isla. Un Príncipe Alberto en la cualquiera de sus dulcerías. Todo un clásico que no puedes dejar de probar antes de abandonar la isla.
Será este el punto y final al viaje del que solo nos quedará descansar para hacer el vuelo de vuelta a casa en la madrugada del cuarto día.


