
Pirineos by Bike&Pelotis
Después realizar la Transpirenaica en el verano del 2014, visitar los Dolomitas en el 2015 y recorrer los Alpes franceses en 2016; tenía la ilusión, motivación y casi la obligación de dar a conocer alguno de estos lugares a mi gente en Pirineos.
Toda la orografía del centro peninsular como el Piélago, Sierra de Gredos, Montes de Toledo e incluso la Sierra de Madrid empezaban a quedárselos pequeños. Es por ello que, nada más terminar la temporada estival, nos pusimos manos a la obra de cara a la planificación del verano del 2017.
Leí una vez que el ciclismo es el único deporte del que puedes disfrutar en las mismas «instalaciones» que los profesionales utilizan para competir. Nunca podremos jugar una pachanga en el Soccer City, donde Iniesta dio el Mundial de Fútbol a España, pero sí podemos «jugar a ser ciclistas» (by Mariete) en el mismo escenario donde Induráin, Perico o Contador han escrito la historia de este bello deporte. ¡¡¡Y qué «instalaciones»!!!

En noviembre ya teníamos reservadas las fechas y el destino. Del 8 al 12 de julio en los coquetos apartamentos de Balcons de l´Yse, situados en la cuna de ciclismo pirenaico, Luz St Sauveur.
Todo un año de preparación, esfuerzo, ilusión (y una dura recuperación) con un objetivo claro, descubrir los Pirineos.
Esta es la historia de un grupo muy heterogéneo de amigos a los que el ciclismo ha unido con mucha fortaleza. Donde aquellos días disfrutaron como niños, pero que también sufrieron como profesionales. En sus caras quedaron reflejadas el esfuerzo, la motivación, el dolor, la ilusión… pero sobre todo, la felicidad.
Guille, Ángel, Julio, Jose, Juanjo, Samu, Alberto, Antonio, Mario, Mariano, Kike, Jaime y un servidor, son los que han escrito esta pequeña historia. Pero no habría sido posible sin la compañía ni la ayuda de Guille padre, Loli, Yoli, Maite e Isabel. Y la juventud de Asier, Unai, Iratxe, Daniel y Adrián.

La razón de ir en julio lo justificaba la estabilidad atmosférica que suele permanecer en esas fechas por aquellas montañas. Pero el evidente cambio climático nos jugó una mala pasada. El tiempo no nos respetó tanto como se podía prever, no obstante, esto le dio una pizca de épica al viaje. Lluvia, niebla, sol… Ciclismo del bueno, del auténtico, del que vemos en televisión las sobremesas de los meses de verano.
Pasen, vean. Pónganse cómodos… y disfruten.
Traslado.
Un día antes de que el conjunto de la expedición viajara al completo hacia el sur de Francia; Kike y yo nos escapamos de avanzadilla. El viaje desde el centro peninsular puede resultar aburrido hasta que cruzas el Paso de Monrepós que da acceso al Prepirineo donde se halla la localidad de Sabiñánigo. Cuna de la marcha cicloturista con más solera de España, la Quebrantahuesos.
Allí realizamos nuestra parada para comer sobre el mismo capó del coche y reponer energías de cara a la belleza del paisaje que nos esperaba por delante hasta llegar a nuestro destino.
El Valle del Tena recoge dos bellos pantanos como el de Búbal y Lanuza, creando unas bonitas estampas de postal a medida que ascendemos el mítico Portalet. Biescas, Hoz de Jaca, Tramacastilla, Sallent… Pueblos todos preciosos que decoran este sinuoso trazado.

La estación de esquí de Formigal nos despedía para adentrarnos en el país vecino y continuar realizando parte de la mencionada marcha cicloturista, aunque en sentido opuesto.
Laruns nos recibía con sol y nos marcaba el camino hacia la mítica subida de Aubisque. Rampas durísimas en sus primeros compases por la señorial Eaux Bonnes, que son aliviadas por las vistas que surgen tras abandonar la estación de La Gourette.
En la cima, las tres míticas bicis gigantes posaban en primer plano con las imponentes crestas blancas de fondo. Todo un espectáculo para la vista que no había hecho nada más que empezar, puesto que el descenso por su otra vertiente nos regalaba, a modo de propina, unas extraordinarias vistas del Circo de Litor.

Aquí la carretera se aferra a la ladera de la montaña creando un paso casi imposible para los vehículos motorizados donde las vacas y los caballos toman el asfalto como propio. No queda otra opción que mimetizarse con el entorno y avanzar a su paso. Al otro lado, la carretera que asciende al Soulor (donde también nos dirigimos nosotros) desde Ferrieres nos llama fuertemente la atención. Toda una experiencia.
Poco más tarde de las 16:00 llegábamos a Aucum. El hotel Le Picors recibe con amabilidad a los ciclistas. Antes de que el reloj marcase las 17:00 ya estábamos ubicados y vestidos de «guerreros» para dar una pequeña vuelta por este afamado Val de Azun.

Día 1: Lac de Estaing, Col de Bordelles y Lac du Tech.
Lo pienso mucho, y esta pequeña vuelta lo confirmó. No siempre lo más conocido, lo más popular; es siempre lo más bonito. Ya había estado rodando por estos lares visitando los míticos Aubisque, Soulor, Tourmalet… Es por ello que en esta nueva visita quería descubrir otros lugares de menos renombre, pero no por ello menos bonitos. Incluso me atrevería a decir, más atractivo.
Ya sea por su belleza en sí misma, por las ganas de montar en bici o por la motivación de conocer algo nuevo, esta ruta resultó de las más atractivas del viaje.
El Lago de Estaing y el Lago de Tech, están separados por el divertido Col de Bordelles que une ambas «gaves» (lo que en el centro peninsular conocemos como «gargantas»). Estos quedan al sur del afamado valle que asciende Soulor/Aubisque por Argeles-Gazost (trazado que nubla bellos parajes como estos de una importancia «menor»)
Lac de Estaing
Desde el hotel, situado al pie de la carretera principal, salimos en descenso sentido Argeles. Deberemos tomar un desvío hacia Bun que nos situará en la Gave de Estaing. Y donde a los 5km cruzaremos su cauce para iniciar una subida que comienza dura, pero que poco a poco va remitiendo.
Son 8 km de ascenso hasta el precioso lago donde las nubes nos amenazaron lluvia y las ganas de rodar nos hacían olvidar los días que quedaban por delante. Kike subía a mi rueda, respetando o asombrado por un ritmo que no estaba acostumbrado a ver en mi pedalear.

– «Mira allí qué bonito»- señalaba con admiración.
– «Mira aquí, que preciosidad»- continuaba marcando con su dedo índice.
Así pasamos toda la subida, mirando y señalando a todos los sitios, excepto al mojado asfalto que nos confirmaba la lluvia que acababa de aparecer, pero que no nos llegaría a mojar.

Aproximadamente a mitad de subida pasamos por la localidad que da nombre al valle, río y lago por el que transitamos. También aquí, en Estaing, sale la carretera que cruza al otro gave, el de Tech, que luego en la bajada tomaríamos.
Unos españoles tomaban agua y nos preguntaban despistados por una localidad. Les indicamos que la ruta acaba en un precioso lago pero que no conocíamos esa localidad. Les despedimos y quedaron dubitativos. Seguimos nuestra ascensión en búsqueda de nuestro primer objetivo.
Allí estaba, el bello Lac de Estaing nos recibía con una placa que nos recordaba su nombre. Abrumados por su belleza, el móvil no paraba de lanzar fotos desde uno y otro ángulo. La carretera continúa bordeándolo hasta llegar a un camping que nos ofrecía una suculenta cerveza.

Col de Bordelles y Lac du Tech
Pero no era el momento, debíamos seguir descubriendo nuevos rincones. Tocaba el turno del valle vecino; previo paso por un corto, pero exigente, Col de Bordelles que nos conduciría a las puertas de Arrens-Marsous.

Desde esta termal ciudad, asciende una nueva carretera hasta el Lac du Tech. Son 6 km de porcentajes irregulares que nos dejarán en la cabecera de este lago, más artificial que el anterior y de menor belleza; pero con igual encanto.
Solo quedaba descender hasta nuestro hotel para completar esta minijornada pirenaica de 41 km que no llegaba al millar de metros de desnivel.

Disfrutamos de su relajante jacuzzi, nadamos en su tranquila piscina climatizada con vistas a las montañas que acabábamos de surcar y tomamos un par de copas de cervezas con vistas al valle con una temperatura ideal. De la cena se encargó la señora Rosa Mari con un par de bocatas de jamón con tomate del que dimos buena cuenta ya en la habitación del hotel. Mañana llegaba el resto de la expedición.

Día 2: Col de Spanduelles y Col de Soulor, por Ferrieres.
La jornada amaneció muy nublada y con pocas esperanzas de abrirse, al menos hasta medio día. El resto de la expedición salía de Torrijos a la misma hora que nosotros nos despertábamos, lo que nos daba un margen de unas 9 horas hasta su llegada.
– Kike, ¿te acuerdas de la carretera que se veía al otro lado del circo de Litor cuando bajábamos Aubisque hacia Soulor? Pues tengo una rutilla de unos 50 km que pasa por allí y que podemos hacer mientras llegan los demás antes de abandonar el hotel…
La respuesta ya la sabéis todos…
Un buen desayuno con zumos naturales nos recargaron las energías para hacer posible esta nueva jornada por parajes poco conocidos, pero de excelsa belleza.
Col de Spanduelles


Col de Soulor, por Ferrieres.
Unas rampas duras nos sacaban de la bonita localidad y los hitos kilométricos que acompañan a las ascensiones míticas se hacían presentes. La lluvia volvía a hacer presencia, ahora ya para quedarse. Chubasquero y para arriba.


Llegada de compañeros
Día 3: Col de Tourmalet, Luz Ardiden, Plateau de Sagues.
Tras el briefing de la noche anterior, tan solo quedó claro que la primera cima que debíamos atacar era Tourmalet. El resto de la jornada tenía diferentes opciones en función de las fuerzas y la climatología.
Así pues a las 8:00 de la mañana se quedó en la salida, no exenta de polémica por el horario y las condiciones climáticas. Muchas dudas sobre montar o no debido a la niebla y amenaza de lluvia.
Los Sánchez- Infantes decidieron esperar a que mejorara la mañana, y con ello se ofrecieron como coche de apoyo en la subida al mítico Tourmalet. Mil gracias.

Qué os voy a contar que no sepamos ya de esta famosa ascensión por la vertiente de Luz. 18km a una media del 7,5%. Con dos últimos kilómetros al 10%.
Cima que ahora en el 2017, con las mejoras técnicas en las bicicletas y estado de las carreteras, no resulta tan épica como aquella primera ascensión allá por el 1910 cuando Octave Lapize coronó por primera vez sus 2.115m llamando «asesinos» a los organizadores.
Era mi tercera vez que afrontaba esta ascensión, siempre por la misma vertiente, aunque en esta ocasión me estrenaría por la variante Fignon, antigua carretera que fue clausurada al tráfico rodado cuando se creó la nueva debido a la creación de la estación de esquí de Bareges.
Tercera, sí. Pero la primera con mi gente. Resultaba raro rodar con ellos por estos parajes a los que siempre había visitado sin su presencia. Completamente motivado a pesar de que la jornada no acompañaba y las nubes iban a descafeinar el imponente paisaje que nos ofrecía este coloso.

Todos juntos salimos desde el pie de la ascensión. Pero antes de llegar a Bareges ya se había dividido el grupo en dos ritmos diferentes. Éramos muchos y resultaba lógico y evidente. Mientras, los Sánchez-Infantes ofrecían su apoyo cada pocos kilómetros.
A la salida de Bareges se nos presenta la opción de Fignon, recomendada por Ángel. Paramos tomamos la foto con este mítico ciclista y nos desviamos por un asfalto que huele a historia. El valle se abre y vamos cogiendo altura. Un ritmo tranquilo con charlas y comentarios jocosos en la grupeta.
Por detrás se iban viendo, a lo lejos, el resto de compañeros que subían a su ritmo cómodo. Julio, Juanjo, Antonio… y la sorpresa revelación de Jaime.

La variante desembocaba de nuevo en la carretera principal y continuamos el ascenso. A falta de tres kms las nubes abrían levemente, momento que aproveché para indicar con el dedo dónde debíamos coronar.
– ¡¡¡Es imposible meter tres kilómetros hasta ahí arriba!!!
El descanso del tercer km dio paso a las rampas más exigentes. El respeto desapareció, al igual que los compañeros entre las nubes. Se habían desatado. Se pegaron palos. Disfrutaron. Jugaron a ser ciclistas…
Arriba esperaba Guille «Unzué» (como le bautizó Kike a Guille padre) para darnos consejos. Estaba disfrutando tanto o más de lo que estábamos haciendo nosotros.

El frío y humedad a esta altitud era patente. El refugio del bar del Tourmalet nos permitió entrar en calor con un café caliente a 3,5€ muy bien pagados.
Poco a poco fueron apareciendo el resto de compañeros. Aplausos a cada uno de ellos a su entrada por la puerta. Se notaba que éramos españoles. Foto de rigor en el cálido rincón con todos los participantes.
El tiempo dio lugar a serias dudas sobre seguir la ruta marcada descendiendo hacia La Mogie. Secisiones sensatas nos obligaron a bajar por la misma vertiente de subida pese a la insistencia de Samu de seguir con la ruta prevista.
La estatua del ciclista a los 2115m también fue fotografiada por el grupo antes de ponernos el rollo de papel en el pecho e iniciar un descenso largo y muy rápido hacia las calles de Luz.
Una parada en Bareges parecía confirmar que la decisión tomada podría haber sido errónea. Es por ello que Samu insistió en alaragar la jornada. Mi cabeza se puso en funcionamiento para recordar una opción alternativa de una subida que había sido descartada en la planificación previa del viaje. Teléfono en mano, confirmamos la ubicación de dicha ascensión de cara a esta posible alternativa.

– ¡Hemos venido a pasar el día con la bici!
– Vengo a ganar vida, More.- Repetía insistentemente Samu.
Una vez en Luz, ahora sí, las nubes abrieron sus puertas al sol. Situación que aprovecharon los hermanos Sanchez-Infantes para ascender el Tourmalet de la mano, como promesa fraternal.
De forma paralela, el grupo se dirigió hacia la preciosa ascensión de Luz Ardiden. 13 km al 7,5 de media por delante.
Luz Ardiden
Un rápido callejeo por Luz, nos dirigía hacía el puente de las famosas termas Luzea e iniciar el ascenso hacia Sazos y Grust.
Las imágenes que iban quedando a la derecha del valle de Luz impresionaban. Una breve parada fue usada para quitarnos ropa del calor que empezaba a pegar. A la vez aprovechábamos para hacer alguna foto antes de ponernos manos a la obra con el segundo puerto de la jornada.

Con tantas ganas afrontamos esta ascensión que Kike rompió su patilla de cambio y le dejaba KO mecánica y anímicamente. Llamada de urgencia a Loli que pasaría a recogerle y hacer las gestiones necesarias de alquiler para las jornadas restantes mientras que el resto del grupo continuaba la preciosa ascensión hacía esta famosa estación invernal.
En esa parada técnica nos sobrepasó un padre con un hijo que resultó dar más guerra de la que parecía.
Mi subida personal junto con Mariano fue cómoda. A lo lejos íbamos viendo como el grupo se separaba, y por detrás se disgregaba. Rampas mantenidas que hacían prolongar el esfuerzo a mitad de puerto.
El segundo tercio estaba resultando duro, pero daba paso a una tercera parte donde la carretera parecía querer enlazarse sin poder conseguirlo. Un cúmulo de curvas de herradura sacaban del letargo a nuestras mentes, haciendo el ascenso mucho más entretenido. Arriba se veían a los compañeros que parecían competir con un ciclista de menos volumen. ¡¡El niño les estaba dando caña a los adultos!!

Los últimos dos kms fueron suaves y permitieron disfrutar de las vistas que habíamos ganado a nuestro paso. Las nubes se levantaban ya casi por encima de todas las crestas montañosas que nos rodeaban. Habíamos llegado. Habíamos ganado.
Fotos pertinentes; al valle, a la estación, a los carteles. Que quedase bien clarito que habíamos llegado hasta aquí.
Antonio llegó con su 34/28 triunfal haciendo un caballito. De Juanjo, Jaime y Julio no teníamos noticias. ¿Se habrían dado la vuelta?
Iniciamos el descenso, cuando a lo lejos aparecieron… Juanjo, Julio y Jaime ¡¡¡Qué grandes sois!!! Samu se daba la vuelta para acompaña a su primo. Mario y yo esperábamos junto con Mariano al resto de los compañeros.

Decisión. ¿Vamos a casa o hacemos la variante propuesta?
– Hemos venido a pasar el día con la bici.- Insistía Samu.
Mario, Samu y yo descendímos por la desconocida variante de Viscos. Mucho más natural y abrupta que la original de Luz Ardiden.
Tras unos cuantos zig-zag nos hallamos en la carretera de acceso a Luz, que tomando una variante nos dejaba en el mismo lugar del inicio de la subida de Luz Ardiden.
Plateau de Sague
Aquí tomamos rumbo Gedre. 12 km al 3-4%, con una primera rampa que casi nos quitó la idea de hacer este apéndice de ruta.
Mario tomó la batuta y nos llevó como una locomotora. El falso llano engañaba, y subía cuando parecía que bajabas. Así lo confirmaban los ciclistas con los que nos cruzábamos por el valle.

Y allí que nos presentamos en Gedré, vista de nuevo al móvil para confirmar la ubicación. Plateau de Sague se llamaba.
Cruzamos el puente que salvaba el río dirección Saussa y… «su puta madre». Rampas del 12% mantenidas hasta llegar al pueblo. Donde había un leve descanso y un ciclista español que bajaba nos animaba diciendo que ya estábamos arriba «su puta madre, arriba»…

Tras salir del pueblo un conjunto de herraduras nos volvió a poner en apuros con rampas donde la carretera «parece venirse hacia nosotros». Samu sufre y se descuelga. Mario sufre, pero aguanta. Son cuatro kilómetros durísimos que se elevan sobre el valle. El asfalto descarnado nos daba un pequeño respiro, antes de volver a su pendiente infernal en los últimos dos kilómetros.
En definitiva un ascenso de unos 8km con una media que llega al 9% teniendo en cuenta el descanso a mitad de subida.
Eso sí, el asfalto terminó y rodamos unos pocos metros por gravilla para descubrir la impresionante imagen de la cascada de Gavarnie en el horizonte. Bella estampa.
Unas coca-colas en refugio que allí se ubicaba fueron necesarias para recuperar azúcares pensando en la larga bajada que nos esperaba hasta Luz. En esa misma bajada Mario reventó la cámara por el calentamiento de la llanta debido al excesivo frenado al que se veían sometidas las ruedas en esta peculiar carretera.

Una vez en la localidad de inicio, una comida rápida y la visita de todos los compañeros que iban a ver el duelo de titanes Kike-Pananta en la subida a Luz Ardiden. Kike ya con su bici alquilada inició el ascenso a eso de las 17:30 justo cuando nosotros iniciamos el otro ascenso… el de la trampa a los apartamentos con un km por encima del 10%. En fin…
La tarde de descanso con la pasta preparada del chef Jaime nos recuperó las energías necesarias para afrontar las jornadas que aún quedaban.
La fiesta se organizó en el apartamento, con cerveza a mansalva, latas de mejillones y bolsas de patata… Risas y más risas… Para qué cenar, si podemos picotear. El duelo Mariano-Panata quedará para la posteridad.
Día 4: Hautacam – Cauterets (Pont de Espagne)
El segundo día amaneció despejado al sonar el despertador. Las maravillosas vistas que disponíamos al valle así lo confirmaban. Pero fue terminar de desayunar, y las nubes estaban completamente encima de nosotros.
En la salida había que decidir entre las otras dos rutas que quedaban por realizar.
Mientras cambiábamos la cubierta de Jaime oí de fondo.
– Vamos a Hautacam, More.- afirmaba Angelote.
Era el puerto con más historia reciente del Tour en la zona. Allí donde Induráin se dejó su sexto tour en detrimento de un Rjis que, ahora sabemos, estaba dopado. Fue por allá en 1996, catorce añitos tenía el que escribe. Y veintiún años más tarde allí estábamos, «jugando a ser ciclistas» en las mismas «instalaciones» en las que veíamos a través del televisor como Rjis se dejaba caer del pelotón para, segundos más tarde, derramar con excesiva fuerza y seguridad para el asombro de todos.

Como decía, la ruta comenzaba con 12 kms en ligero descenso por la transitada carretera hacia Lourdes. La idea era la de ir en grupo hasta la base de Hautacam, y así lo hicimos. Yo rodaba delante, pero las vistas de los 12 compañeros desde la parte trasera en bloque debieron ser espectaculares serpenteando por la carretera.
Juanjo hoy fue nuestro coche de apoyo, acompañado de Loli e Isabel. Gracias de nuevo Buti.
Antes de salir del angosto valle, Jose pinchó; Ángel se quedó con él y reagrupamos en un lugar seguro antes de tomar el primer desvío.
Tomamos una carretera paralela a la principal con menos tráfico que nos lleva al inicio del ascenso. Así pues con 18 cómodos kilómetros en las piernas afrontamos la temida y respetada ascensión a Hautacam, no sin antes un nuevo pinchazo en el grupo. En esta ocasión fue mi rueda trasera.
Hautacam
13 km por delante con rampas mantenidas en torno al 7-8 % que nos recordarían a la dureza de Luz Ardiden.
Según ascendíamos, la nubes se echaban literalmente sobre nosotros, creando una estampa completamente épica del ascenso.
El grupo salió unido, pero poco a poco cada uno fue dejándose caer en función de sus posibilidades. Mención especial a Antonio que con su 34728 se retorció como un auténtico jabato para coronar cada una de las cumbres, especialmente esta de Hautacam.

El pinchazo de Mario antes de llegar a la localidad de Artalens condicionó mi subida. Allí nos quedamos con él Hípola, Samu y yo. El grupo siguió adelante por petición expresa de Mariete. Incluso nos pasaron los rezagados. Con todo en orden iniciamos la marcha, ya completamente entre las nubes.
A penas se distinguían 10 m a la redonda y ahí establecimos nuestra unión estos cuatro mosqueteros en un ascenso fastuoso de Samu. «Martillito» había vuelto. ¡Cuánto me alegraba de ello! Aunque por momentos no me alegraba tanto… ¡Cómo nos exprimió! Qué puntito, que te saca de la zona de confort pero tampoco te quema. «¡Esagerao!»
Mario dio toda una lección de sufrimiento, pundonor y estrategia. Manteniéndose a dos metros por detrás, pero nunca sin soltar la rueda. Un «ole» por como resistió a ese ritmo infernal. Jose y yo marchábamos a rueda haciendo todo lo que podíamos para subir lo más digno posible a ruda de Samu.

Siluetas aparecían entre la niebla. Antonio y Jaime. Otras un poco más adelante.
– Esto es sufrir- decía Hipola respecto de Julio.
Ole Julio por su fuerza, ole. Se agarró al grupo unos metros, pero el ritmo era muy vivo.
Tanto que a falta de 3km para coronar y justo en un claro de nubes, divisamos al resto de la expedición no muchos metros por delante de nosotros.
El cartel del último kms nos hizo desatar la tensión y soltar palos cual profesional. Cogimos a Guille, pero Mario quiso meter plato cual Rjis en aquellos años. Un sprint final nos dejaba en una explanada que, con la niebla, no sabíamos por donde seguir. No éramos consciente, pero habíamos llegado a la estación de Hautacam. La carretera continuaba zigzagueando y tomando altura una vez cruzada esta explanada. No había terminado el ascenso.
Mario debió parar por una salida de cadena y volvimos a formar grupo para concluir el ascenso definitivamente en el Col de Tramassel, donde nos esperaba una bar con cafés calientes.

Poco a poco fueron llegando los compañeros mientras el resto se ponía ropa seca y escuchaba las advertencias de Guille «Unzué». Estábamos calados. Pero la media hora al cobijo del refugio nos permitió recuperar sensaciones.
Fotito de rigor y hacia abajo, con parada técnica en el cartel de Hautacam que en la subida nos lo habíamos pasado de largo debido a la efusividad del ataque de Mario.
Un descenso con mucha precuación por la nula visibilidad y el asfalto mojado. Poco a poco según nos acercábamos al valle, las nubes desaparecían y la humedad con ellas.
Reagrupación en la base de la estación y decisión de opciones. Jose volvía a pinchar. Tenía la rueda maldita.
Mientras, un grupo decidimos seguir con la jornada en busca de Cauterets y su prolongación al Pont de Espagne.

Cauterets, Pont de Espange.
Volvimos por la misma carretera y nos desviamos hacia Soulom donde se iniciaba una aproximación hasta el pueblo de Cauterets. Unos 10 km con una pendiente suave, solo rota por unas pocas curvas en zigzag que superaban el 10 % a mitad de recorrido.
Un pedalear suave y cómodo nos llevó hasta el pueblo donde se iniciaba la subida a Pont de Espagne. 8 kilómetros más donde la dureza se hacía presente.
A los dos km de cruzar la población hicimos una parada en un bonito rincón donde dos cascadas confluyen en un mismo cauce. Unos aprovechan a reponer líquidos y otros sólidos. Picaresca de los veteranos.
La salida del lugar con Mario por delante y los demás por detrás, obligaba a Alberto a iniciar la marcha con el bocadillo en la boca.

Subiendo las rampas más serias a una mano por causa del bocadillo y de las continuas llamadas de teléfono que iba recibiendo de Antonio y Juanjo. Le pasaron factura y decidió subir cómodo.
Juntos veíamos como Ángel, Samu y Kike se alejaban por delante. Subimos acompañados de una preciosa garganta que quedaba a nuestra derecha y que puntualmente nos regalaba bellos saltos de agua. Un bonito puerto con una naturaleza pura.
Las curvas de herradura que salpicaban de vez en cuando el trazado nos recordaban que aquí debíamos sufrir y disfrutar a partes iguales.
Arriba nos esperaban el resto de la expedición. Fotos de rigor y para abajo en busca de cobijo para comer algo antes de ponernos de vuelta a casa.

En esta bajada el grupo se encontró con Antonio y su 28. Y también con Juanjo que llegaba de apoyo logístico.
Los bocadillos compartidos, los cafés y creepes atendidos por una guadalajareña fueron suficientes para aliviar el hambre.
La bajada fue divertida hasta llegar al cruce de caminos que nos situaba a 12 km de Luz con un trazado del 3-4 % de desnivel. El mismo por el que salimos a primera hora de la mañana. Aquí Alberto fue picado por un bicho y puso un ritmo infernal que casi destrozó la grupeta.

Al final llegada en grupo en Luz st Sauveur, previa foto en la entrada con un efusivo «Welcome bikers».
Pero quedaba la trampa… la trampa del los balcones del Ysee… la trampa que Angelito me tenía preparada…. la trampa a la que sucumbí en medio de la competición por ese codiciado KOM…
Tras el descanso, un paseo por el pueblo para estirar piernas, tomar una cerveza en La Tasca, preparar la cena a base de huevos con patatas. En una ciudad en la que todo estaba cerrado a las 19:30 pero que gracias al arte de Julio e Hipola conseguimos aceite para todos y hielos para el rey de la montaña…

Día 5: Gavarnie (Col de Boucharo), Cirque de Troumouse, Cirque d´Estaing, Alto de Ayrues y alto de Artá.
El día parecía que iba a ser el mejor de todos. Aunque no nos podíamos confiar porque las nubes jugaban con descaro al despiste. Sería una pena que hoy, siendo la jornada con mejores vistas panorámicas, éstas fuesen tapadas por las nubes.
20 km nos separaban de la bella localidad de Gavarnie, donde se halla la cascada más alta del Pirineo. Hasta llegar allí, el grupo rodó en grupo y cómodo por sus suaves pendientes, salpicadas por algún porcentaje elevado de manera puntual.

El paso por Gedré marcaba el camino del desvío para luego, en la bajada, visitar el monumental Cirque de Troumousse.
Las piernas notaban mis cuatro días por las montañas, pero tras el calentamiento de estos primeros kms, el cuerpo parecía comenzar a asimilar el trabajo realizado. Muy buenas sensaciones corrían por mi cuerpo.
La mañana comenzaba a abrir por lo que tendríamos suerte a la hora de poder disfrutar de las vistas que nos regala este espectacular valle.
Col de Boucharo


Por allí asomaba Mariano que en un par de kilómetros nos echo el guante. Gran ascensión también la suya.

Circo de Tromumousse







Mientras Ángel sufría el Plateau de Sagues y Alberto marchaba con la familia, decidimos tomar una cerveza por lo bien que lo habíamos hecho.
Pero me daba pena acabar ya… no quería.
– ¿Subimos al castillo de Luz?- animé
Mario desestimó la proposición. Samu se animó. Pero la investigación del acceso nos fue imposible realizarlo en bici.
De camino a los apartamentos, doy en la cuenta que esa misma carretera de acceso continua. Le propongo seguir a Samu, que no coge el guante en esta ocasión. No quería irme a casa. No con este tiempo, no con estas sensaciones.
Son tres kms de ascenso hasta la localidad de Les Astes, con impresionantes vistas al valle de Luz… Pero poco más tarde de cruzar el pueblo el asfalto desaparece y toca volver sobre nuestros pasos.

Ahora sí, se había acabado la aventura pirenaica por este año.
Ducha. Y paseo. Hoy nos invitaría Alberto en su apartamento con un porche con vistas que hicieron las delicias del viaje, comentando todas las anécdotas ocurridas y planificando para el año próximo con la mesa llena de quesos, patés, embutidos y cervezas…
Todos juntos nos conjuramos para repetir en busca de nuevos paisajes, nuevos retos; pero sobre todo, de nuevas aventuras para seguir escribiendo esta bonita historia de los Bike & Pelotis.
C´est fini.



Sin comentarios
Alberto Lopez
Mañana más. ?
Moreira
… y mejor!!!
Alberto Lopez
???????
Jaime Lobato Benayas 2ºA
Increíble viaje, increíble aventura y sobre todo… increíble CRÓNICA. Eres un crack, gracias por enseñarme este mundo
Moreira
Aún te queda muuucho por conocer y disfrutar