Münich en 4 días: Baviera y Tirol
Volvemos a la carga con un nuevo viaje. En esta ocasión, desempolvamos el baúl de los recuerdos y nos vamos hasta febrero del 2012. En aquella ocasión aprovechamos un puente de auténtica «Semana Blanca» para escaparnos al sureste alemán. Allí conocimos la ciudad que dicen ser la «ciudad germana más mediterránea». También nos desplazamos para visitar interesantes localidades cercanas llenas de historia y atractivo. ¡Adelante!
Llegada a Münich
El viernes tomamos un vuelo destino Münich a media tarde desde Madrid. Casi tres horas más tarde aterrizábamos en el aeropuerto Franz Joseph Strauss. Alquiler de coche para estos días y en el GPS la dirección del económico y céntrico Hotel Elephant.
Solo nos dio tiempo para acomodarnos y dar un pequeño paseo para tomar unas cervezas en el cercano Bar Shakespeare. Cenar de lo que traíamos de casa y descansar de cara a los próximos días.
Día 1. Füssen: Castillo de Neuschwanstein
El día de hoy tocaba desplazarse hasta la localidad de Füssen para visitar el afamado castillo de Neuschwanstein. Unos 140 km separan ambas ciudades por perfectas autovías. En menos de hora y media llegaremos a nuestro destino.
El viaje en coche permite conocer parte de esta región de Baviera. Una llanura inmensa con extensos lagos iban pasando ante nuestros ojos. Poco a poco la intensa nevada caída en días previos comenzaba a maquillar el paisaje de blanco.
Una breve parada en el Punto de Información situado en el centro de Füssen, nos daba las indicaciones necesarias para llegar al objetivo principal. Cuatro kilómetros a las afueras de la ciudad se ubicaban los castillos a visitar en el día de hoy.
Las entradas para su acceso las compramos en la misma tienda en la base del castillo. Compramos una combinada para acceder a los castillos de Hohenschwangau y Neuschwanstein, respectivamente.
Castillos
La visita al primero de ellos, menos conocido, pero no por ello menos interesante; nos fue introduciendo en la historia de esta zona alemana. Contextualizándonos gracias al guía en español que contratamos.
A los pies de este castillo se ubica el Alpsee, o más conocido como el Lago de los Cisnes. El mismo que inspiró a Tchaikovsky para realizar su obra de arte musical. Pero en esta ocasión lo encontramos completamente nevado.
De camino al segundo castillo, y objetivo principal del viaje, pasamos por una calle donde comprar recuerdos y poder comer algo para seguir la ruta. Ojo que para llegar hasta él, tenemos un pequeña calle en pendiente que nos dejará en la misma puerta de esta edificación donde dicen que Walt Disney se inspiró para crear su afamado castillo.
Un nuevo guía en español nos asombraba sobre la historia de esta megalómana construcción durante casi dos horas.
La visita completa al complejo acabó algo más tarde de mediodía. Unas salchichas en uno de los puestos callejeros fueron suficientes para saciar nuestro hambre.
Descendimos hasta la zona del parking y nos dispusimos a seguir nuestro viaje hacia el Tirol. Cruzamos la cercana frontera con Austria pero un enorme atasco nos obligó a cambiar de idea y dar media vuelta en busca de Münich.
Noche por Munich
Unas dos horas más tarde estábamos en nuestro hotel. Una ducha rápida y un paseo nocturno que nos llevó directos a la Karlsplatz. Puerta de entrada al casco antiguo de Münich por su parte oeste. Una animada y peatonal calle Neuhauser nos iba adentrando al corazón de la ciudad. Poco más adelante esta pintoresca avenida desembocaba en la famosa Marienplatz.
Anduvimos callejeando por los alrededores hasta encontrar un bar donde cenar y tomar unas buenas cervezas (Calle Rossen), que para eso estábamos en Alemania.
De vuelta al hotel, ya en las afueras del casco y próximos al Palacio de Justicia, nos detuvimos en una atractiva terraza-bar para tomar un par de copas (Calle Schützen) antes de llegar al hotel.
Día 2. Austria: Salzburgo y el Tirol
Hoy nos esperaba la jornada más importante del viaje. Unos 500 km por delante para visitar el país vecino, aprovechando su proximidad.
Tras el desayuno en el hotel, cogimos los coches de alquiler y pusimos rumbo hacia Salzburgo. Unos 140 km de distancia que realizamos en una hora y media. Una parada técnica en una gasolinera antes de entrar en Austria fue obligatorio para la compra de la pegatina que permite la circulación por vías austriacas.
Una vez en Salzburgo, aparcamos el coche en un parking dentro de un túnel para salir a pie directos a la Catedral. Imponente. Tras la visita a ella, nos dirigimos a la cercana plaza Kapital para divisar el castillo en lontananza.
Entre medias, unas partidas callejeras de ajedrez y algunos vinos calientes. La siguiente visita la realizamos al Cementerio de San Pedro. Lugar interesante a pesar de todo.
Un paseo por las calles aledañas al la plaza Resident, donde se ubica el Punto de Información de la ciudad.
Las calles que separan el centro con el cauce del río Danubio guardan muchos secretos. Estrechas y con miles de historia, anduvimos por la calle del Oro, calle del Comercio… y decenas de pasadizos y galerías que separan unas de otras. La casa-museo de Mozart se halla por esta zona. Unas calles que te teletransportan al s XIX.
Tras una intensa comida en un pequeño restaurante dentro de una de estas callejuelas escondidas, salimos de repente al Danubio. Un largo, ancho y extenso paseo acompaña paralelo su cauce. Unas fotos en algunos de sus puentes con bonitas perspectivas de la ciudad son suficientes para dar por concluida la visita a esta bella ciudad.
Solo nos quedaba terminar de disfrutar del camino que nos separaba del túnel donde habíamos aparcado el coche.
El Tirol
A unos 70km se encontraba el siguiente objetivo. St Johan in Tirol. Por una adecentada autovía conducimos, no sin ciertos temores debido a la nieve acumulada. Si esto hubiese ocurrido en España, no desatascábamos la carretera en semanas.
Acumulaciones de nieve de dos metros a uno y otro lado de la calzada custodiaban nuestros pasos.
Y llegamos. Y alucinamos con la nieve. Jamás en mi vida he visto tanta nieve acumulada en tejados. Una localidad preciosa del Tirol que quedaba aún más bella gracias a esta estampa navideña en pleno mes de febrero.
Le dedicamos un pequeño paseo para callejear entre sus casas típicas tirolesas. Bien mereció la pena en estas circunstancias, pero estoy seguro que en otro momento del año también se disfruta de esta apacible localidad.
De nuevo, tomábamos la carretera para visitar una nueva localidad en esta bella región alpina. Kitzbühel nos esperaba 10 km más adelante.
Famosa por sus pistas de esquí, anduvimos por su calle principal disfrutando de la urbanística típica de estos pueblos que parecen sacado de escenas de película. Un simple paseo nos servía para empaparnos de sus costumbres y arquitecturas tan características.
Rattenberg, pequeña localidad bañada por el río Inn, era el siguiente objetivo. Unos 50 km más adelante. En ella se nos echó la noche encima. Esta circunstancia le dio un áurea más místico si cabe a esta localidad. Pasear por ella te transporta a un siglo atrás, su escasa iluminación creaba un ambiente mágico.
Era el momento de entrar en uno de sus cálidos bares y degustar cualquiera de sus múltiples cervezas. Momento acogedor.
Innsbruk
Tras este descanso. Tomamos de nuevo la carretera. Innsbruk, la capital del Tirol nos esperaba otros 50 km más adelante.
La noche se había cerrado hacía horas. Aparcar fue fácil. Pasear por la calle peatonal de María Teresa hacia el centro del núcleo urbano nos abrió los ojos. Veníamos de visitar coquetos pueblos y ahora estábamos en la ciudad. Avenida ancha que nos introducía en el corazón de la urbe.
En la plaza nos espera el Tejado Dorado. Algo que esperábamos fuese más atractivo. Poca gente por las calles, debido a las horas. Buscamos lugar para cenar. Nos dejaron en un claustrofóbico, pero cálido, restaurante cercano a la plaza.
Visita futbolera
Otro leve paseo tras la cena fue suficiente para dividir el grupo. Ya era tarde. Un grupo volvería a Munich, otro intentaría dar con la localidad de Neustift im Stubaital. Para los futboleros les sonará. Pequeña población donde estuvo hospedada la selección de fútbol cuando consiguió en 2008 la segunda eurocopa con Don Luis Aragonés.
Y dimos con ella, pero nos costó confundirnos en algún peaje y asustarnos con la nieve que a esas horas empezaba a caer de nuevo, dejando la carretera completamente blanca. Duda de seguir o no. Pero si habíamos llegado hasta allí, había que continuar. Era tarde, pasada la media noche, y quedarnos tirados sería ya una buena aventura. Pero los neumáticos de estos países están preparados para el invierno. Y pudimos continuar.
Llegamos a la localidad y entramos en el único bar que estaba abierto. Ya lo cerraban cuando entrábamos por la puerta. Pero al comentarles que éramos españoles y que veníamos desde Münich, se echaron las manos a la cabeza primero, y nos pusieron una cerveza después.
Sorpresa
Cuando estábamos con el segundo trago, una puerta corredera se abrió tras las mesas. «Venid chicos, os vamos a enseñar una cosa que os va a gustar»
Un collage lleno de fotografías donde se podían distinguir las caras de los Casillas, Villa, Sena y demás jugadores. «Aquí celebraron la victoria de la Eurocopa» Increíble el ojo que tuvimos con el bar. Suerte. De allí me llevé el casco de la botella de cerveza que nos bebimos.
No quisimos molestar más. Dimos las gracias y nos pusimos en busca del Hotel Milders donde se hospedó la selección aquel verano del 2008. Y a la puerta llegamos, bien entrada la madrugada. Pero no era de recibo molestar. Foto en la puerta y rumbo a Munich.
Unas dos horas con lluvia, nieve y un pequeño control policial. El día había dado más que de sí.
Día 3. Munich
El día anterior fue una paliza de coche. Hoy tocaba pasear por la ciudad que habíamos dejado de lado estos días. Munich.
Desde el hotel nos dirigimos hacia el centro pasando por delante del imponente Palacio de Justicia. La Karlsplaz, también conocida como Stachus nos daba la bienvenida y abría sus puertas hacia el corazón de la cuidad.
Por la ancha calle peatonal pasamos por la iglesia de St, Michael, para continuar en busca de la Marientplatz y disfrutar de su imponente ayuntamiento.
Nos desviamos para visitar la Theatiner Kirche, casi a las afueras del casco antiguo. Junto a ella el Feldher Halle y la residencia del Kaiser. Todo en la misma Odeonsplatz.
Volvimos en busca del centro pasando por el Teatro nacional con el claro objetivo del HofbrauHaus, o casa de la cerveza. Allí nos adentramos para vivir la cultura gastronómica germana. Codillo asado, pintas de cerveza y sálvese quien pueda. Todo un momentazo. Allí pasamos algunas horas. Y salimos bailando. Ojo.
Callejeando, aún no sé como, llegamos a la iglesia de St Peter; muy próxima a la Marienplatz de nuevo.
Queríamos salir del casco en busca del cauce del río y sus jardines. Pasamos por IsartorPlatz en busca del rio Isar. Bonito lugar este en el que el parque alberga unas vistas de las torres de varias edificios aledaños como el edificio de Maximiliano o la iglesia de St Lukas. Un paseo por el jardín junto al río nos dio de bruces con una sala de conciertos donde actuaría esa misma noche Muchachito Bombo Infierno. Pero no había entradas.
Tuvimos pues que volver para ahogar nuestras penas. Algunas copas en uno de los locales nocturnos nos hizo confirmar que esta ciudad es la más «mediterránea» de Alemania. Un McDonals contiguo nos colocó un poquito el cuerpo para poder volver sobre nuestro pasos hasta el hotel. Aún teníamos un día más por delante.
Día 4. Alrededores de Münich: Villa olímpica, Nymphenburg Palace y Campo de Dachau
El último día por tierras germanas lo aprovechamos para visitar sus alrededores de camino al aeropuerto.
La primera visita fue al Palacio de Nymphemburg. Impresionantes jardines acompañados de unos lagos y canales kilométricos. Su edificio en medio de todo este enclave parece quedar minimizado ante tanta arquitectura natural.
El frío había congelado sus aguas y allí que nos metimos para comprobar si el grosor del hielo soportaba los cientos de kilos que sumábamos entre nosotros. Los cisnes buscaban las esquinas donde aún no estaba congelado el lago. Un sol radiante nos permitió disfrutar de esta bella estampa.
Villa Olímpica
El segundo destino era la visita a la Villa Olímpica de Münich, situada al norte de la ciudad. Una villa con más de 30 años, pero que parecía de diseño actual. Increíble las arquitecturas de los pabellones de las piscinas, el techado del estadio olímpico y su torre principal a la que subimos para divisar la panorámica que guardaba sus alturas.
Imprescindible su visita y el agradable paseo por sus instalaciones. El lago, el parque. Un buen crepe de Nutella al sol. Entramos en el pabellón de hielo que era el punto de información. El ascensor a los 200 m de altura de la torre costaba en su momento 5€ y la entrada al estadio olímpico 3€. Pero mereció la pena. La entrada a la piscina cubierta fue gratuita.
Campo de Dachau
Todo este buen rollo, lo íbamos a cambiar en la última visita al campo de concentración de Dachau. A unos 20 km al noroeste de Munich. Lo que allí sentimos, in situ, fue algo espantoso. Hacía medio siglo de aquello. Muy poco tiempo, casi ayer en la línea de la historia.
Zulos, pasillos, explanadas. Toda una horrorosa historia de la humanidad. Teníamos la opción de visitar el crematorio y la cámara de gas. Un escalofrío recorría el cuerpo. ¿Cómo el ser humano puede hacer esto?
Un sabor agrio nos dejó esta última visita. De camino al aeropuerto, mentes pensativas. Pero nunca se puede negar la realidad.
Ya en el aeropuerto, dejamos el coche de alquiler y volamos hacia casa habiendo disfrutado de una escapada perfecta con decenas de anécdotas. Y muchos lugares visitados y muy variados. Gracias Julio por todo. Eres un crack.
Archivo KLM para abrir en Google Earth con todos los lugares visitados.