Momentos que te regala la bici.
CICLISMO

Por Sevilla, las marismas y Doñana.

No había rodado aún por la extensa Andalucía, tan amplia y variada como ella misma. José, compañero y amigo con el que coincidí brevemente en la última etapa del Camino de Santiago del Norte, me ofreció hospitalariamente su casa en nuestra despedida del pasado verano. Playa de Sanlúcar de Barrameda

Playa de Sanlúcar de BarramedaDurante el verano tuvimos puntuales contactos vía e-mail. No lo pensé dos veces cuando recibí un correo desde Huelva con un atractivo proyecto de dos jornadas, cada cual más interesante. Os cuento.

La primera jornada consistía en recorrer el único tramo navegable de un río peninsular. A su vez cruzaríamos las archiconocidas marismas que llevan el mismo nombre, el Guadalquivir. Tierras llanas que hace millones de años formaban parte de la mar.

Rodando por la playa de Doñana
Rodando por la playa de Doñana

La segunda jornada, mucho más atractiva, trataba de cruzar la ancha desembocadura de este río en Sanlúcar para rodar por la playa protegida y virgen de Doñana en busca de Huelva, aprovechando la arena húmeda y dura de la bajamar.

Un "oasis" en las Marismas
Un «oasis» en las Marismas

Álvaro, un gran amigo de la infancia, que también disfruta con este hobby, se puso en contacto para viajar a las tierras del sur y convivir con nosotros esta aventura.

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Primer día

Casco histórico.

Así pues, Álvaro y yo nos pusimos rumbo a Sevilla, ciudad a la que llegamos sobre las 20:00. Tras acoplarnos en el Albergue juvenil decidimos dar una vuelta por la ciudad para conocerla sobre las dos ruedas. Íbamos a practicar cicloturismo en su estado más puro.

El albergue se encontraba ubicado por la Avenida de las Palmeras en la zona sur de la ciudad. El recorrido que había preparado un par de noches anteriores comenzaba en la puerta de La Macarena, al norte del casco antiguo sevillano.

El espectacular entramado de carriles bici que hay por las principales vías, nos dejó muy gratamente sorprendidos. Al igual que la cantidad de sevillanos que usan este medio para sus desplazamientos cotidianos (si bien es cierto que era la tarde-noche de un templado mes de octubre y la temperatura acompañaba). Con ello conseguimos llegar sin ningún problema a nuestro punto de inicio, previo paso por los restos de las murallas que antaño protegían a la ciudad.

En la puerta de La Macarena, pedimos por los nuestros y sobre todo por nuestro viaje. Tras ello abandonamos el carril bici y nos adentramos por las callejuelas del casco histórico sevillano hacia el sur. Las calles que vamos rodando, nos recuerda en parte a un Toledo llano, por sus laberínticas y estrechos pasos, así como por la densidad de edificios de culto religioso por los que transitamos.

La Macarena
La Macarena

Preciosa experiencia la de rodar por calles, unas veces solitarias y otras, tras doblar las esquinas, llenas de bullicio y alegría. En una de estas ocasiones fuimos a parar a la plaza de San Marcos, donde el buen ambiente nos invitó a parar y disfrutar de un par de tintos de verano cual turista de a pie, y sin problema de aparcamiento de automóvil.

Tapeando por el centro de Sevilla
Tapeando por el centro de Sevilla

Tras el refrigerio continuamos nuestro callejeo hacia el sur hasta dar con la peatonal, comercial y famosa calle Sierpes que nos dirigió hasta la plaza del Ayuntamiento. Desde aquí, podíamos divisar la mundialmente conocida catedral de Sevilla. Unos metros más adelante nos topamos con ella, con la Giralda de Sevilla. Es espectacular la sensación de belleza que radia esta edificación, más aún con su acertada iluminación nocturna.

Rodando frente a la Giralda
Rodando frente a la Giralda

De aquí salimos bordeando los Reales Alcázares por la calle peatonal compartida con los raíles del tranvía en busca de nuestra siguiente parada.

Próxima queda la espectacular Plaza de España, con su lago interior, flanqueado por los bancos de las provincias españolas. Como no, paramos en la toledana para realizar las instantáneas correspondientes.

Plaza de España, banco de Toledo.
Plaza de España, banco de Toledo.

Salimos de la Plaza y sin darnos cuenta estamos en el extenso parque de Maria Luisa, donde los carruajes pasean a las parejas en un ámbito evidentemente romántico. Si la temperatura de la noche rondaba los 27 ºC, aquí se agradecía el frescor que la densa vegetación nos proporcionaba.

Ribera del Guadalquivir.

Con esta inesperada vista concluimos la visita al casco histórico sevillano. Nuestra intención era la de bordear el río por su margen izquierda hacia el norte de nuevo. Desde el puente de las Delicias hasta el parque del monumento a Colón. El camino fue mucho más rápido, por el paseo paralelo a este. Vimos la Torre del Oro y la Maestranza, que quedaba a nuestra derecha y al otro lado del río, Triana y la zona de la Expo 92.

Decidimos continuar para ver la iluminación de los puentes de Triana, la Barqueta y el Alamillo; todos ellos preciosos con sus espectaculares reflejos sobre las calmadas aguas del Guadalquivir.

Rodando junto al Guadalquivir.
Rodando junto al Guadalquivir.

En un tramo de este transcurso, debido a la hora que estábamos rodando, nos encontramos con un enorme «botellón» juvenil el cual nos obligó a bajar de la bici por la densidad de gente acumulada. Tras llegar al Alamillo, debíamos haber continuado pero la iluminación desapareció y con ella, aparecieron personas que no nos mostraban confianza. Decidimos cruzar el río por el centro del espectacular paso peatonal que nos dirigiría a la zona que más nos defraudó del viaje.

La Zona Expo y Triana

La zona de la Expo estaba completamente abandonada y olvidada, como si de una ciudad fantasma se tratase. Este sentimiento de pena me lo compensó ver el CAR donde hacía unos 10 años atrás pasé mis momentos más bonitos con mi otro deporte, el fútbol. La nostalgia invadió mi mente y me permitió evadirme de esta penosa zona de la ciudad.

Mi mente volvió a mi deporte actual en cuanto llegamos al barrio de Triana. De nuevo calles estrechas y con un arte especial que se respira nada más pisar el primer adoquín de la calle Rafael de Triana. Ambiente, eso es Sevilla. Entusiasmados por ello paramos en una nueva plazueleta para cenar una ración de cazón, media de puntillitas y croquetas con otro par de tintos de verano.

Cenando en el barrio de Triana
Cenando en el barrio de Triana

Tras ello, fuimos directos al paseo junto al río, desde donde se observa preciosa Sevilla, al otro lado de la orilla. Aquí paramos a ver como comenzaba la noche en la famosa calle Betis. Un par de tercios de “La Cruz del Campo” hizo replantearnos si animarnos o volver al Albergue como deberíamos. Un oportuno mensaje de Jose nos avisaba de que al día siguiente había que pedalear.

Montamos nuestras fieles compañeras y con un ligero “enciscaillo” nos dirigimos al albergue con la suerte de no encontrarnos ningún control de alcoholemia en nuestro camino.

Así pues, concluimos una noche donde unimos el turismo deportivo, con el cultural y ocioso en unos eficaces 28 km.

Segundo día.

El despertador sonó a las 7:30 de la mañana. Nos despejamos, dejamos todo preparado y a las 8:00 estábamos desayunando.

A las 8:30 habíamos quedado con Jose en la estación de Sta. Justa. Con un poco de retraso llegamos al punto de partida. Abrazos, saludos y demás cortesías dieron paso al inicio de la ruta oficial.

Jose tomó el mando, y con un breve callejeo por las arterias principales de Sevilla, siguiendo alguna flecha amarilla del Camino de Santiago de la Vía de la Plata, nos condujo a las afueras de la urbe para dar nuestras primeras pedaladas fuera de asfalto.

Transitábamos por un camino ancho, paralelo al Guadalquivir por su margen derecha. A la izquierda atrás iba quedando Sevilla. A la derecha podíamos observar la cercana localidad de de Camas con su preciosa iglesia del Sagrado Corazón.

Saliendo de Sevilla
Saliendo de Sevilla

El camino llano, flaqueado por juncos y vegetación de ribera, era muy concurrido por cantidad de cicloturistas a estas frescas horas de la mañana. Al llegar al Gelves, debemos abandonar el camino, separarnos del río y tomar un peligroso tramo de carretera. Unos kilómetros más adelante, en el primer desvío a Coria, abandonamos la carretera.

Rodamos por el paseo de ribera de Coria hasta llegar a la barcaza que nos permitirá vadear el río hasta su otra orilla, adentrándonos ya de lleno en los campos de marismas.

Barca de Coria para vadear el Guadalquivir
Barca de Coria para vadear el Guadalquivir

Marismas, ribera del río Guadaira

90 céntimos por cabeza costó la barcaza que es usada por vehículos agrícolas para trabajar esta zona del río, olvidada de las urbanizaciones de su orilla opuesta.
El camino asfaltado nos dirige hacia el nuevo cauce del río Guadaira, que tras cruzar, lo acompañamos, siempre a la derecha de nuestra vista, ahora ya por caminos de tierra con mucho polvo fino.

Pronto salimos a un vetusto asfalto, siempre sin dejar el rumbo sur, que coincidirá con la afluencia del Guadaíra sobre el Guadalquivir. Pasamos la colonia de San Vicente Ferrer.

Allá donde mirases todo era llano, el GPS marcaba alturas negativas que no bajaban de los 5 m bajo el nivel del mar. Sensación curiosa la de saber que estás rodando a esa altura. Los campos de algodón al principio, maíz después y arroz durante gran cantidad de la ruta, nos indican que circulamos por tierras embarradas y anegadas de agua.

Espectacular sistema de canalización, esclusas y compuertas que conviven con caminos, ingenieros sobre el nivel del mar para delimitar las parcelas.

Primeras canalizaciones de las marismas.
Primeras canalizaciones de las marismas.

El viento nos ayuda con un sentido suroeste. Jose comenta que la anterior ocasión que realizo esta ruta, tuvo en todo momento el aire de frente. No quiero ni imaginar el realizar este mismo trayecto con el aire en contra. Es uno de los elementos que debemos tener en cuenta a la hora de realizar esta travesía.

Tras pasar la Casa de Demetrio, la ruta gira 90 grados al este y es cuando sentimos en nuestra piel el viento que llevábamos de espaldas que ahora nos da un breve toque de atención durante apenas 2 km hasta que un nuevo giro de 90 grados nos coloca de nuevo rumbo sur hacia la Cooperativa Arrocera por un anchísimo camino adecentado que nos permite olvidarnos definitivamente del temido viento.

Indicadores de distancias
Indicadores de distancias

Al llegar a la casa del Guardilla donde hay una enorme exclusa, paramos a la sombra para comer un poco y expulsar nuestros líquidos sobrantes. Tomamos de nuevo la marcha hacia el oeste en busca de nuevo del cauce del Guadalquivir del que nos habíamos desviado unos cuantos kilómetros más atrás.

Cruzamos el encauzamiento del arroyo de Lebrija y observamos como unas flechas verdes nos van acompañando desde hace unos cuantos kilómetros, y casualmente coincide con todos los desvíos que estamos tomando, por lo que intuimos que siguen el trayecto proyectado por Jose.

Marismas, ribera del río Guadalquivir

Justo cuando tomamos contacto con el caudaloso Guadalquivir, paramos en un bar sin rótulos que si no es por Jose, yo hubiera pasado de largo, pues la sensación es de ser una casa particular.

Paramos, tomamos unos tercios y un buen bocadillo de caballa con tomate. Brindamos por nuestra experiencia y descansamos nuestras piernas para el resto del día.

Un bar en medio de las marismas
Un bar en medio de las marismas

Tras reanudar la marcha, a los pocos kilómetros entramos en un tramo custodiado por eucaliptos que nos ofrecen una ansiada sombra durante muchos kilómetros. Al otro lado del río ya se divisa el PN de Doñana. A nuestra izquierda a algunos kilómetros se sitúan los pueblos de Lebrija y Trebujena. Pueblos sevillanos más cercanos al mar. Por este tramo pasamos por la abandonada capilla de La Señuela.

Agradecidas sombras
Agradecidas sombras

Las batallitas de Jose amenizan el pedaleo. Las impresionantes experiencias de Álvaro sobre la bici y las arriesgadas salidas de Jose fuera de Europa, hacen que pasemos un agradable rato, enriquecedor de cicloturismo. Era como estar en el bar, pero en contacto con la naturaleza a la vez que practicas deporte. Bendita actividad la que te permite, charlar con los amigos, empaparte de sus experiencias a la vez que realizas actividad física mejorando tu cuerpo en contacto con la naturaleza.

Parecía un sano pique de experiencias; Álvaro por sus escapadas por Extremadura, los Alpes y centro Europa. Jose por sus aventuras cicloturistas por Cuba, Colombia y Oriente próximo.

Cada uno aportaba algo nuevo, interesante para el resto de los ciclotertulianos. Así pasamos el límite de la provincia sevillana para tocar tierras gaditanas. Y de repente, un regalo para nuestra vista.

Poblaciones de flamencos, tantas veces observadas en fotos y documentales, a penas a 20 metros de nuestros ojos. Merecía una parada, una observación directa y tranquila.

Flamencos en las marismas
Flamencos en las marismas

Reanudamos la marcha y se comienza a observar más gente, lo que nos indica que llegamos a zonas urbanas cercanas. Pasamos por el segundo y último bar de toda la ruta donde nos llama la atención las cuatro bicis aparcadas junto a la sombra. Al entrar vemos 4 cicloturistas descansando y recomponiendo fuerzas para el último trazado.

Casualmente realizan el mismo viaje que nosotros. Charlamos con ellos mientras tomamos bebidas azucaradas, pues el esfuerzo ya se va notando.

Reanudamos la marcha por delante de los nuevos compañeros que al llegar a la Algaida nos toman el ritmo. Es el “Rocío Chico” y cruzamos una autentica romería en todo sus ámbitos. Juntos, los 7 atravesaremos este adelanto del PN de Doñana por el carril bici adecentado, cruzándonos con un desvergonzado camaleón. No sin antes probar las picaduras de una cantidad de mosquitos que nos avasallaron por esta zona. Por lo que aconsejo llevar sprays antimosquitos según la época que se vaya a realizar esta ruta.

Un "polizón" en nuestra bici.
Un «polizón» en nuestra bici.

Decidimos pedalear con ellos y llegar juntos a Sanlúcar donde les esperaba el resto de su expedición. Ellos se volvían para Sevilla, nosotros haríamos noche para continuar nuestra segunda jornada. Pero antes de parar, un par de rones por lo bien que lo habíamos hecho en estos 110km de travesía por las marismas del Guadalquivir.

Grupeta final
Grupeta final

Tercer día.

A la mañana siguiente, nos esperaba la ruta por la playa del PN de Doñana. Extensa playa virgen, en tierras ya onubenses.

Debíamos tener en cuenta la tabla de mareas para poder rodar sobre la arena húmeda y compacta y así evitar sobreesfuerzos. Los días previos nos informamos mediante esta página para ver en que horas concretas del día hay bajamar.

Un buen desayuno, y callejeamos en busca de la barcaza que nos cruzaría la desembocadura, que aquí abarca una anchura de casi un kilómetro. La barca, lejos del precio que nos cobraron en Coria, donde el uso es continuo por los agricultores, nos rascaron 10 € por persona con bici, y dando gracias porque el precio oficial son 12 euritos de nada.

Desembarcando en Doñana
Desembarcando en Doñana

La explicación a este basto incremento de precio de una a otra es porque aquí cruzamos al Parque Nacional directamente, y el cruce es ocioso y no obligatorio como el de río más arriba. Además de que para cruzar coches, estos deben tener un permiso especial para circular por el Parque protegido. No obstante, personalmente me parece una pasada.

Esto robo literal, no nos iba a amargar el día, puesto que el simple viaje de apenas 5 minutos ya nos hacia felices al ver lo que se nos aparecía sobre los ojos. Bajamos de la barcaza sobre la bici y la sensación de estar en un lugar abandonado y olvidado de la brutal mano humana me emocionó. Tanto, que mi cuerpo me obligó a bajarme de la bici y cual Papa, besar la tierra por la que iba a rodar.

Playa de Doñana en bajamar
Playa de Doñana en bajamar

La anchura desde la línea del agua hasta las dunas controladas por el pinar era de más de 100m. De ellos, tres cuartas partes de arena húmeda que permitía un perfecto rodar sobre ella. La rueda apenas hundía.

Rodando sin problemas.
Rodando sin problemas.

Poco a poco íbamos dejando atrás la civilización de Sanlúcar, Chipiona a lo lejos y algo más cerca el famoso “Barco de arroz” encallado en las proximidades de la playa.

Giramos siguiendo la línea de costa, tomando rumbo noroeste con el sol en la espalda y el enorme horizonte a lo lejos. Tan lejos que la vegetación de pinares que dejábamos a nuestra derecha sobre las dunas de Doñana, parecían juntarse con el calmado océano Atlántico que quedaba a nuestra izquierda. En medio tres cicloturistas, cual hormigas en la inmensidad de la Madre Naturaleza.

Inmensidad de playa.
Inmensidad de playa.

Pureza, simbiosis con la ayuda de una herramienta limpia como es la bicicleta. Alegría, libertad… Son tantos los sentimientos que se acumulaban en mí que casi llegué a emocionarme. Todo eso quedo canalizado en un: “Muchas gracias Jose, por traernos hasta aquí”.

Momentos que te regala la bici.
Momentos que te regala la bici.

Bancos de gaviotas tranquilas sobre la arena, ignorantes de nuestra presencia, levantaban el bueno a nuestro paso. Siento haber irrumpido en su terreno, invadido su espacio, pero el regalo que nos daban cada vez que agitaban sus alas y volaban sobre nosotros no tenía precio.

Levantando el vuelo de las gaviotas.
Levantando el vuelo de las gaviotas.

Así, como si de un sueño se tratase, iban cayendo los kilómetros, sin querer que esto sucediera. El mar está vivo, y cada vez nos recortaba nuestra anchura de playa. La marea estaba subiendo y a lo lejos empieza a divisarse la mano humana. Matalascañas, como una mole blanca en medio de la nada aparece como referencia visual.

Simbiosis con la Naturaleza
Simbiosis con la Naturaleza

Aún nos quedaban 15 km hasta llegar de nuevo a la cruel realidad. Mientras, algunos pescadores empezaban a aparecer debido a la cercanía de esta urbe. El mar parecía enfadarse con nosotros puesto que ya no daba tregua y nos obligaba, sin darnos cuenta a acelerar el ritmo si no queríamos terminar empujando la bicicleta sobre la arena blanda.

Los últimos 3 kilómetros, fueron algo angustiosos. Teníamos que aproximarnos a las olas recién llegadas en la arena a la vez que debíamos esquivar las cañas de los pescadores. A la derecha la arena seca no nos dejaba paso.

Y la extensa llanura de más de 100m que iniciamos atrás se había reducido a apenas 5 metros de anchura.

Llegamos definitivamente a la playa de Matalascañas, con la marea en su momento álgido. No sin haber empujado la bici en un par de ocasiones en estos últimos kilómetros. No importaba. Éramos felices por lo vivido.

Reto conseguido
Reto conseguido

Paramos, juntamos las bicis y Jose no dudó en darse un buen chapuzón. Álvaro se animó con los pies y yo algo reacio le seguí. Pero mi compañera también había sufrido y la di un “chapuzón seco”. Se lo merecía.

Gracias
Gracias

Tras el remojo. Salimos al paseo Marítimo y disfrutamos de la civilización. Que también tiene su encanto, con un par de cervecitas en el típico chiringuito playero.

Eran tres días por terrenos andaluces y Jose me había enseñado bien, así que a la voz de: “¡¡¡Unas cervecitas, mi arma!!!” di por concluido nuestro viaje.

Recuperando energías
Recuperando energías

Vuelta a Sevilla

La intención inicial era llegar hasta Huelva a casa de Jose. Pero al salir tan tarde hoy, la marea se nos había echado encima, era imposible continuar hasta Mazagón por la playa al menos hasta la segunda bajamar, allá sobre las 6 de la tarde. Pero era domingo y al día siguiente teníamos que currar y todavía volver a Sevilla en transporte público.

Así que desestimamos la media jornada de hoy. Jose continuó su camino hasta casa. Y nosotros comimos esperando el bus que nos llevase a Sevilla a las 15:00 desde Matalascalas.

A las 17:00 estábamos en Sevilla. Usamos las bicis para llegar al albergue donde habíamos dejado el coche hace dos días. Sin demora, por la autovía de la plata en cuatro horas estábamos en Torrijos.

Gracias Jose de nuevo, una y mil veces por todo. Por tu hospitalidad, por tu forma de ser y por el arte que tienes.

Gracias Álvaro por compartir ruta y amenizar los kilómetros con tus batallas europeas.

Y gracias a la “Pacha Mama” por dejarnos disfrutar de ella, siempre con respeto ante lo más grande que tenemos.

Gracias por estar vivo. 

Ahora os toca a vosotros disfrutar. No lo dudéis. ¡Adelante!

Mi bici y yo.
Mi bici y yo.

Sin comentarios

  • Tomás

    Cada día me quedo más impresionado de las rutas que realizaís chicos, me hubiera encantado poder compartir con vosotros esta experiencia, estoy seguro que lo disfrutasteis de manera increible y que os a servicio para muchas cosas.

    Un abrazo a todos, y espero pedalear pronto con vosotros.

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