Laguna Grande de Gredos
La ruta a la Laguna Grande de Gredos (PR-AV 17) es toda una clásica senderista del Sistema Central. Un auténtico camino abierto hacia la época glacial; que nos va presentando valles redondeados y estructuradas morrenas, hasta llegar a su imponente circo y laguna glaciar. Todo ello, presidido siempre por el Pico Almanzor, que con sus 2.592 m marca el techo de este Sistema Central.
Es pues, un itinerario de nivel físico/técnico variable, en función de la temporada en la que se afronte. Camino marcado sin problemas de orientación, para épocas estivales. Y que se endurece en épocas invernales con presencias de nieves y traicioneras placas de hielo.
Nuestra visita fue realizada un 31 de enero, habiéndonos informado previamente mediante el Refugio Elola del estado de acceso para ese día.
«Día 29 de enero. Nevada en todas las cotas. Sin base hasta 1.950m. Calidad húmeda. Han caído de 10 a 30 cm. Carretera hasta Plataforma abierta. Camino a la Laguna: agua, nieve y hielo.»
Primeros pasos
Así pues, nos disponíamos a iniciar la marcha desde la Plataforma de Gredos a las 10 de la mañana, con las mochilas llenas de energías, ilusiones… y un par de crampones que nos asegurasen un posible paso complicado con hielo.
El primer kilómetro por la calzada empedrada hasta la bifurcación de caminos velado por el pluviómetro, nos lo encontramos limpio de nieve y hielo. Este punto marcaba el acceso al Prado de las Pozas.
Nos sirvió para entrar en calor, observar que la nieve sin base había desaparecido… y desengañarnos de las buenas previsiones meteorológicas previstas para la jornada de hoy.
Un solitario muñeco de nieve en medio del prado, era el único vestigio que se nos mostraba de la gran nevada caída tan solo dos días antes. El paso helado sobre el puente de las Pozas nos disponía para el ascenso a Barrerones.
Sobre los 2000 m comenzaron a hacer presentes las nieves de manera intermitente. Al paso de la fuente de los Cavadores, ésta comenzó a confirmarse definitivamente, pero sin la necesidad del uso de crampones a pesar de las primeras horas de la mañana y el día cerrado que nos acompañaba.
Paso de Barrerones
Una vez alcanzado el paso de Barrerones, una parada técnica para recuperar el aliento y tomar unas frescas fresas en medio de las nubes que nos impedían disfrutar de las vistas que en este punto debieran manifestarse.
Una vez recompuestos del esfuerzo de estos casi 400m de desnivel positivo, llaneamos por el risco de Barrerones con especial cuidado en algunos pasos. Aquí un mal paso sobre el hielo, puede hacerte precipitar hasta casi 300m.
Al llegar al mirador de La Laguna, justo el momento antes de iniciar el definitivo descenso hasta el lago, las nubes comenzaron a disiparse, permitiendo observar parte del circo desde este estratégico y bello punto de la ruta. Un cartel informativo nos presentaba a cada uno de los picos que custodian este majestuoso paraje glacial; desde el accesible Morezón, hasta la puntiaguda Galana, pasando por el ilustre Almanzor.
Descenso hasta la laguna
El descenso, se antojaba cómodo, física y mentalmente hablando. La presencia de la laguna y la belleza del lugar, propician una dubitativa situación; fijar la mirada en el nevado piso o levantarla para disfrutar del espectáculo visual.
Descender por las zetas de los Barrerones evitan esta duda, puesto que la laguna desaparece momentáneamente para asomar unos metros después, ya casi rendida a nuestros pies.
Quedarán unos pocos metros para llegar a su base. Se puede bordear por su izquierda hasta llegar al refugio y disfrutar de su resguardo si el tiempo no acompaña. Pero el día había ido mejorando poco a poco y decidimos disfrutar de nuestra comida a orillas de este impresionante rincón.
El lago helado, reflejaba las siluetas de los recortados picos que lo flanquean. Momento de Nirvana el que se experimenta en estos minutos de soledad, de simbiosis con la naturaleza. Donde se oye el silencio de este incomparable lugar. Con ese toque preciso que le da el manto blanco, colores fríos que el sol poco a poco va despojando con su lenta, pero firme presencia.
Quedaba ahora despedirse. Volver sobre nuestros pasos, para afrontar los casi 200 m de desnivel que separan el lago del paso de Barrerones. Continuas miradas atrás. Los rayos de sol nos regalaban una segunda imagen, bien diferente del mismo lugar pocas horas antes. Mucho más cálido y agraciado.
Vuelta al inicio
Desde la altura que íbamos tomando, el sol nos acompañaba en nuestro ascenso. Obsequiándonos con vistas que nos obligaban a detener la marcha y deleitarnos con nuevas imágenes que ofrecer a nuestras retinas.
Una vez alcanzado el alto de Barrerones, otro leve descanso, para despedirnos definitivamente de este mágico lugar. Unos minutos para la reflexión y vuelta al camino.
Ahora las vistas que en la mañana no pudimos gozar, iban quedando a nuestras espaldas. Eran toda una tentación volver la mirada. Tentación que desapareció en el momento que iniciamos el descenso de Barrerones hasta el Prado de las Pozas. Aquí nuestros ojos necesitaban de la atención sobre el irregular piso de este sector.
El paso sobre el puente de las Pozas nos indicaba la proximidad del final de la excursión. Con el hielo y la nieve ya desaparecida por completo.
Quedaba tomar el camino de la Calzada que nos dejaría definitivamente en la plataforma donde nos esperaban un par de cervezas en el humilde kiosco antes de emprender la vuelta a casa.