Diario de un viaje a Nueva Zelanda: Isla Norte.
Continuamos nuestra aventura por Nueva Zelanda. Aoreatoa, como la denominan los maorís. Traducido como «La gran nube blanca» .
En esta ocasión saltamos a la isla norte; una ínsula mucho más poblada y urbana. La recorrimos durante 5 días, que se sumaron a los 8 que ya habíamos disfrutado por la isla sur.
Según comentábamos en la primera parte de este diario, Nueva Zelanda es un país que te invita a la flexibilidad de planificación. Y fue en esta ocasión donde prácticamente modificamos casi la totalidad de ruta inicial prevista que traíamos de casa. De común acuerdo decidimos ahorrar tiempo en carretera, para invertirlo en visitas más tranquilas y pausadas.
Este fue el resultado.
Ferry, Wellington y Mangapipi Rd.
Jueves, 12 de marzo.
Comenzaba la jornada de hoy con la noche aún echada sobre Picton. El Ferry Interislander nos trasladaría a la isla norte. De las tres horas de salida, escogimos la más madrugadora de todas ellas. Así podríamos aprovechar el día al completo. Una hora antes de las 7:30 de la mañana ya estábamos dispuestos para hacer el check-in.
Es recomendable hacer las reservas con al menos 3-4 días de antelación.
En la fila de acceso al barco vimos el amanecer. Puntuales, partíamos hacia la isla norte. Nuestra furgo en la bodega y nosotros desayunando. Teníamos tres horas de viaje por delante.
Dio tiempo a todo. Un breve paseo por la zona exterior fue suficiente para disfrutar de los paisajes que nos ofrecía el Marlboroug Sound por donde transitaba el ferry. Un día completamente despejado nos animaba de cara al resto del viaje.
Afri decidió buscar una butaca para descansar mientras yo seguía pululando por el barco. Me desplazaba a babor y estribor, jugando con el sol y la brisa que ofrecía el mar. Mientras, observaba las recónditas calas que se escondían a nuestro paso.
Una vez a mar abierto, el ferry se puso «nervioso» y decidí entrar en busca de una de las butacas donde se encontraba Afri. Para evitar el mareo, me centré en uno de los partidos de Rugby del 6 Naciones que retransmitían por la televisión. Sería el único partido que veríamos en nuestro viaje.
Sobre las 11:00 de la mañana pisábamos definitivamente la isla norte.
La visita a la capital se resumiría en visitar el Mt Victoria para obtener unas vistas panorámicas de toda la ciudad.
El acceso al Mt Victoria es muy complicado. Una zona residencial con calles estrechas y giros imposibles. Nosotros con una furgo de 5,30m de longitud pudimos acceder con algún que otro problema. Cuidado.
Desde arriba. Vistas 360º para disfrutar. Fue nuestro momento de replantear el viaje.
Parecía que el buen tiempo volvía para quedarse. Y ya habíamos echado muchas horas dentro de la furgo. El cuerpo comenzaba a quejarse de tanta conducción. Así pues, abandonamos nuestra hoja de ruta. Esta se había planificado desde casa buscando la costa oeste, con el objetivo de conocer a la zona del Mt Taranaki; y un posterior tránsito por la olvidada carreta 43 con todos los puntos de interés que reúne. Pero la decisión estaba tomada, subiríamos directos por el centro de la isla hasta la zona de Taupo.
Antes de salir de Wellington, una parada para repostar gasoil por tercera vez en el viaje. La app «Gaspy» que nos recomendó Alba para buscar gasolineras económicas, nos resultó muy útil en esta ocasión. Es recomendable instalarla en el móvil al igual que CamperMate.
La N-1 sería nuestra directriz en el día de hoy. A nuestra izquierda teníamos la opción de visitar el Queen Elisabeth Park. Un lugar ondulado junto a la playa, con dunas y humedales prácticamente intactos. Una buena opción para aquellos que viajen con más tiempo que nosotros.
El desvío hacía Palmerston North nos dirigiría al punto clave de hoy. El sol azotaba con fuerza. Nuestro objetivo, el desconocido poblado de Waituna West y su carretera hacia los campos de Mangapipi.
39º58´51´´ Sur y 175º42´56´´ Este. La coordenada exactamente opuesta a nuestro pueblo, Torrijos. El punto más lejano jamás visitado por un torrijeño. Una frikiada absoluta, que Afri aceptó con resignación. Más aún cuando el GPS nos jugó una mala pasada…
Las dos horas de camino desde Wellington, se alargaron más de la cuenta… Casi sin darnos cuenta, circulábamos solos por carreterines asfaltados. ¡Eso sí que era la Nueva Zelanda profunda! Y llegamos…. con dudas de si había merecido la pena. Pero llegamos.
Un campo ondulado, con pastos de ovejas. Amarillento… En primavera debe ser espectacular. Pero a finales de verano… No dejaba de parecer el campo de Torrijos en pleno septiembre, pero ondulado. Allí estuvimos. Un par de minutos. No más..
Debíamos retomar el camino hacia Taupo. La N-54, que nos reconducía a la civilización, nos regaló el Stormy Point View. Un mirador de campos ondulados que dejaban paso a un horizonte donde, desde la distancia, el Mt Raupehu se presentaba altivo y desafiante.
La claridad del día nos permitió esta bella estampa, que no suele ser muy común en el lugar.
De nuevo en la N-1. Conducción paciente. En Waiouru debimos decidir si cruzar el Tongariro National Park por Desert Rd (que suele estar cerrada si el tiempo es adverso). O por su perímetro oeste, donde se encuentran todas las poblaciones con actividades turísticas en este afamado Parque Nacional. El primero en ser nombrado como tal en Nueva Zelanda y el cuarto del mundo.
Dos de las actividades que teníamos previstas desde casa eran:
El Tongariro Alpe Crossing, considerada la mejor excursión de Nueva Zelanda. 19km y un desnivel significativo de ascensión, te obligarán a pasar una jornada completa disfrutando de esta actividad.
Otra opción, más asequible físicamente, es el Ohakune Old Coach Road. Donde podrás recorrer en bici la ladera del Mt Raupehu.
La tercera, y opción más corta, es acercarse en coche a la plataforma de acceso al inicio del Tongariro Alpe Crossing para observar de cerca la grandiosidad de estos tres volcanes que componen el Parque Natural más visitado del país.
Todas ellas estaban planificadas en el programa inicial, pero descartadas en el replanteo del viaje al cruzar a la isla norte. Es lo bueno que tiene la libertad de la furgo.
Así pues, tomamos la Desert Rd, que rodea al parque por el este. Este trayecto nos recordó muchísimo a las Cañadas del Teide. Disfrutamos de las siluetas de los tres volcanes (Raupehu, Ngauruhoe y Tongariro) mientras conducíamos. El auténtico «Mordor» se presentaba ante nuestros ojos.
Tras casi tres horas de coche nos encontramos en el borde del lago Taupo. Una breve parada para estirar las piernas vendrá muy bien. Hay merenderos con mesas bajo la sombra de árboles. Aunque estábamos a punto de llegar al destino final, paramos cinco minutos en uno de ellos. Especial.
Taupo nos recibió con los brazos abiertos. La ciudad, que rivaliza con Rotorua por ser el primer centro turístico de la isla norte, nos ganó a las primeras de cambio.
Sus restaurantes, su paseo del lago, sus carteles de Ironman, sus gentes tranquilas… las vistas de los tres volcanes más allá del lago más extenso del país. Todo ello nos enamoró. Pero quedó pendiente para el día siguiente. Una jornada entera nos esperaba en Taupo.
Nuestro destino de hoy quedaba junto al río Waikato, que nace en este mismo lago y crea las famosas Huka falls y rápidos de Aratiatia en los primeros compases de su cauce.
Reids Park era el lugar perfecto para convivir un par de noches con otros furgoneteros como nosotros. Apetecía desconectar del volante y así haríamos a partir de hoy.
Una cena rápida, una visita al río donde un grupo de chicos jugaban con una cuerda colgada de una rama a no caer al agua. Un breve paseo y a la furgoneta. Mañana nos esperaba un día intenso.
Taupo.
Viernes, 13 de marzo.
La mañana despertaba fresca a la sombra. Pronto colocamos la mesa y sillas en el exterior para montar el desayuno. Los vecinos aún dormían cuando el café comenzaba a desprender su aroma desde el interior de la furgo. Unos simpáticos patos merodeaban las mesas sabedores de las posibles sobras de comida. Pero debemos ser responsables con el entorno para no alterar el ecosistema. A pesar de que sí nos apeteciese compartir con ellos algunas migajas de nuestro breakfast. No les invitamos.
Resultaba agradable sentir como, poco a poco, la sombra desaparecía para dar paso a un sol que radiaba con energía. La sudadera sobraba ya a primera hora del día, pero se quedó atada a la cintura. Recuerda que estamos en Nueva Zelanda…
El día de hoy sería intenso. Muchas actividades a realizar, pero todas en el entorno de Taupo. Fue lo decidido en el replanteamiento del viaje, y así lo llevamos a cabo.
Quedarnos sin el viaje en helicóptero en la zona de los glaciares, nos escoció. Por lo que propusimos realizar esa misma actividad en Taupo. Las vistas no serían las mismas, pero la emoción se mantendría.
Afri encontró una oferta de un «combo» de actividades. Estas consistían en la visita a unas tallas maorís en barco por el lago Taupo, una excursión en helicóptero con vistas panorámicas del río Waitako y un subidón de adrenalina en jetboat por las cascadas Huka. Plan perfecto para el día de hoy, al que se le sumaría un relajante final…
A las 10:00 puntuales partía el barco desde el puerto deportivo de Taupo. Su amable tripulación nos ofrecieron muflins caseros, café y algunos dulces para el viaje. El capitán explicaba las características del lago y su precioso horizonte con los tres volcanes del PN de Tongariro. El día estaba completamente despejado y empezamos a sentir esa fortuna que nos había dado la espalda en la segunda parte de nuestro recorrido por la isla sur.
Tras disfrutar del café, salimos a proa para sentir una brisa que resultó algo incómoda. Sudadera de nuevo sobre los hombros. El recortado horizonte que dibujaban los tres volcanes, rompían con la linealidad de las aguas del lago. Esta aparente tranquilidad actual del lago contrastaba con su agitado pasado.
Dicen que en el año 180, la erupción de Taupo fue la más grande jamás registrada en la historia. Civilización romana y china anotaron en sus anales, inusuales puestas de sol rojizas durante aquellas fechas. Este lago por el que navegábamos, es el resultado de la caldera volcánica responsable de tan brutal explosión.
Sumidos en las historias que nos narraba el capitán, el barco viró y cambió el rumbo. Los volcanes desaparecieron de nuestra vista para darle protagonismo a una roca que, a medida que nos aproximábamos, comenzaba a sugerirnos formas aparentes.
Una talla maorí sobre roca granítica, apareció ante nosotros… Un lugar de difícil acceso, que nos hizo preguntarnos cómo pudieron crear tal escultura. Espectacular el lugar donde se halla.
Tras una hora y media de navegación. El capitán puso rumbo al puerto, no sin antes enseñarnos algunas de las urbanizaciones de las gentes más pudientes de Taupo. Ahí donde el agua es «menos fría» asomaban algunos valientes con un baño matinal.
En puerto nos esperaban para trasladarnos… al helipuerto.
10 minutos de carretera nos separaban de la empresa de helicópteros con la que disfrutaríamos la segunda de las experiencias de hoy.
Un breve tiempo de espera fue suficiente para firmar una hoja de consentimiento y ver un vídeo explicativo. El ruido de las aspas nos avisaba que el helicóptero estaba preparado para nosotros. Una foto antes de montar; a sus puestos, cascos… y para arriba.
Borrachos de emoción. Era nuestra primera experiencia con este tipo de transporte. El amable piloto nos informaba por radio sobre los lugares que íbamos observando desde la altura. Pero por encima de ello, lo que más nos ilusionaba eran las sonrisas que teníamos tatuados en nuestras caras.
Seguimos el cauce del río Waikato hasta sobrevolar Taupo y su lago. De nuevo divisando este impresionante lago, pero ahora desde un punto de vista mucho más espectacular. El giro del helicóptero casi nos colocó contra el cristal lateral, dejándonos una vista «libre» hacia el suelo. El corazón revolucionado.
El piloto nos informó a cerca del siguiente objetivo a visitar; los rápidos de Aratiatia. Un espectacular tramo del mismo río Waikato que perdió su encanto años atrás cuando el gobierno creó una presa para retener sus aguas. No obstante las compuertas se abren a horas puntuales para el disfrute de los turistas.
Decenas de turistas se agolpaban ante dos de sus miradores. Nosotros los observábamos desde arriba como hormiguitas. Los rápidos lucían espectaculares, sobre todo desde este mirador tan excepcional en las alturas.
El siguiente objetivo, era la visita a las cascadas Huka y el particular encajonamiento del cauce del río entre la roca. De nuevo, impresionante.
Antes de aterrizar, nos pareció ver las particulares humaredas de los Cráteres de Luna, que se sitúan próximos a esta localización.
En definitiva un vuelo, corto, pero muy intenso. Suficiente para quitarnos la «espinita» de los glaciares.
Fue el mismo helicóptero el que nos acercó a la tercera y última actividad del combinado. El Huka JetBoat.
Allí nos esperaban para darnos, a parte de la bienvenida; un salvavidas, un poncho gigantesco… y quitarnos de encima todas nuestras pertenencias.
El JetBoat es una lancha motora que alcanza los 45 nudos (unos 80km/h) y que es capaz de hacer giros de 360º. Una actividad turística muy demandada en Nueva Zelanda. La intensidad de las actividades de la mañana parecían que iban en perfecta progresión de adrenalina.
En la lancha, 12 personas componíamos el pasaje. Breves directrices de seguridad del patrón y… ¡¡¡fiesta!!!
No nos dio tiempo a pensar lo que estaba ocurriendo. Veíamos un tronco en medio del río, y cuando parecía que el accidente era inevitable… un giro brusco lo esquivaba. Las ramas de las orillas aparecían y desaparecían con una rapidez fulminante. Y ahí estaba el signo del patrón de la lancha… mano arriba, dedo índice hacia el cielo… y giro en círculo del antebrazo… Precaución. Giro. De repente todo se paraba, la barca botaba, tu cuerpo se desplazaba y un aluvión de agua caía sobre nuestras cabezas... Jet Boat señores…
Pero estos momentos de actividad eran acertadamente intercalados con breves explicaciones de algunos de los rincones por donde navegábamos. La barca al ralentí para recibir información sobre la fauna del lugar, las centrales geotérmicas próximas, o la polémica presa del río…
Todo era lo suficientemente interesante… Pero quedaba la guinda del pastel. El cambio de rumbo de la lancha nos dirigía aguas arriba, a más de 80km/h, esquivando ramas, patos, rocas y árboles... Nuestra atención no pasaba más allá de lo que rodeaba la lancha en sus proximidades… Hasta que de repente…
La cascada Huka se mostraba ante nosotros. Habíamos llegado a su base sin percibirla. La adrenalina nos lo había impedido.
A la pregunta del patrón «¿Vamos?», todos respondimos «¡Come on!»… Y no dio más tiempo cuando ya estábamos bajo sus aguas con la sensación de que seríamos tragados de un momento a otro. Impresionante.
De nuevo el motor a ralentí, la barca se iba separando por la corriente natural… Los miradores llenos de turistas. Nos habíamos transformado en una atracción más para ellos… Hasta en dos ocasiones más «flirteamos» con la cascada. Espectacular.
Tocaba volver a la base, pero no sin antes algunos giros más de 360º. Los antebrazos comenzaban a resentirse… Daba igual. Tras algo menos de una hora, estábamos desembarcando con la sensación de haber acertado de pleno con esta actividad.
Teníamos que pasar por la típica salida con fotos y vídeos de la actividad. Pero no picamos, alguna foto sacamos junto a la cascada en esos momentos de ralentí… Porque en el resto de la actividad resultó imposible.
Amablemente nos llevaron al puerto de Taupo donde habíamos dejado la furgo a primera hora de la mañana.
La mañana estaba echada… Era la hora de la comida. Un agradable paseo junto al lago, unas fotos en el arco maorí y un breve jugueteo con las bicis rojas que simbolizaban la relación de la ciudad con el Ironman. Todo ello fue suficientes para encontrar la terraza perfecta.
Algunas nubes tapaban momentáneamente al sol. Sudadera. Pero seguidamente daban paso a la radiación directa. Manga corta. Una locura.
Sombrilla y vistas al lago. Un par de cervezas artesanas; pizza y una hamburguesa de las que quitan el hipo. Comimos en el Lake House de Taupo, pero cualquiera de sus vecinos restaurantes tenían también muy buena pinta.
Tras las comida, decidimos visitar los Cráteres de Luna. Situados a unos 15 minutos de Taupo. Una visita de unos 45 minutos de paseo que nos vino genial para bajar la comida.
Estábamos en una zona tan viva, que el calor se siente muy próximo a la superficie. Calor que permite que el agua del subsuelo se evapore y salga a exterior. Ese es el resultado de las humaredas que manaban bajo nuestros pies. Resultó interesante pasear por el sendero adecentado de unos 2km. Eso sí, siempre con protección solar, gafas y gorra.
Si tienes pensado visitar alguno de los grandes parques geotermales como Wai-o-Tapu, Waimangu o Wairakei Korato; puedes obviar esta visita.
A la salida aprovechamos para comprar algunos de los regalos para nuestro familiares
El objetivo final del día era la visita al Spa Termal Park Hot Spring, a unos 2 km del centro de Taupo. Un lugar gratuito (de los pocos en este país) que ofrecen las aguas termales del río Otumuheke antes de ceder su caudal al río Waikato.
Es un lugar agradable, pero muy utilizado tanto por lugareños como por turistas. Un pequeño paseo desde el aparcamiento nos llevará a este lugar que también es punto de partida para el Huka Falls Walkway.
Debajo del puente que da acceso a este sendero, hay un lugar escondido donde podrás disfrutar de algo más de privacidad. Nosotros lo encontramos por casualidad y lo aprovechamos. Una grada justo en lo alto de la pequeña caída de agua, donde el resto de personas se ubican.
Las vistas hacia el ancho cauce del Waikato, y los rayos de sol golpeando en nuestra cara. El agua caliente relajando nuestros cuerpos… Nos faltaba la cerveza. Que no la habíamos traído porque unos carteles nos avisaron de su prohibición.
Antes de volver a la furgo, la curiosidad me pudo. Gradualmente fui entrando en las aguas del Waikato para comprobar las diferentes temperaturas del agua… Curioso sentir el calor en la parte alta y frío en la baja… Y como poco a poco el frío conseguía ganar la partida a la capa alta cálida.
Los planes de hoy habían salido perfecto. Tan solo, nos quedaba buscar una farmacia para comprar una crema antinflamatoria. Afri estaba teniendo problemas con el cuello. De camino a ella, un heladito para disfrutar del paseo por las calles de Taupo.
Antes de volver al Reids Park, buscamos en CamperMate un lugar donde reponer el agua de la furgo y deshacernos de las aguas negras y grises.
Ahora sí. Tocaba aparcar la furgo. La experiencia es un grado… Y la colocamos en un lugar donde el sol saldría directo a la mañana siguiente. Disfrutaríamos de un desayuno, con el sol mañanero y el café en la taza… Ya lo estábamos disfrutando, y aún no habíamos cenado.
La noche se presentó estrellada. Ya se hacían lejanas aquellas primeras noches donde la Vía Láctea parecía caer sobre nuestros hombros. Pero eso fue en la isla sur… Ahora estábamos en la norte. La noche era preciosa… Pero no llegaba ni a aproximarse al espectáculo que vivimos en los lagos Tekapo y Dunstan.
Parques geotermales, Rotorua y Tamaki Maorí Village.
Sábado, 14 de marzo.
Un segundo amanecer soleado en Reids Park confirmaba que la estabilidad había llegado para quedarse. La elección del lugar de aparcamiento la noche anterior fue todo un acierto. El sol golpeaba desde primera hora de la mañana en los cristales de nuestra casa rodante.
Las mesas y sillas habían quedado fuera con la idea de reservar el hueco para el desayuno de hoy. Los simpáticos palmípedos del día anterior volvían en busca de su fácil desayuno. Café, zumo, magdalenas y paz. Los vecinos poco a poco comenzaban a salir de sus coches… Un silencio respetuoso en un parking con casi media centena de vehículos bien distribuidos.
Hoy tocaba visitar la zona geotérmica más activa del país. Lugar exacto donde las placas tectónicas pacífica e índica se unen con violencia. La N-5 así lo advierte, «Geotermal Rd».
En 20km a la redonda desde donde nos encontramos, existen diversos lugares de interés turístico relacionado con este fenómeno. Orakei-Korato, Wai-O-Tapu, Wai-Mangu y Te-Puia. De todos ellos seleccionamos los dos lugares intermedios. Wai-O-Tapu y Wai-Mangu. Desestimando Orakei-Korato por no realizar un desvío sobre nuestra ruta (aunque corto) y Te-Puia, por considerarlo excesivamente turístico.
Unos tres cuartos de hora son los que tardamos en llegar desde Reids Farm a Wai-O-Tapu. Un cúmulo de niebla con olor sulfuroso se nos echó sobre la carretera según nos acercábamos al lugar. Maldecimos nuestra suerte por momentos. La estabilidad atmosférica beneficia este tipo de fenómenos. Habíamos pasado de las borrascas perfectas en la isla sur al anticiclón perfecto en la isla norte.
En Wai-O-Tapu, traducido como «aguas sagradas», hay tres zonas independientes para visitar. Todas ellas con acceso en coche a las que puedes acceder con el mismo ticket de entrada, que compramos previamente on-line.
A las 10:15, erupciona puntualmente el géiser Lady Knox. Nosotros nos dirigimos a su parking con 15 minutos de antelación para coger un lugar decente donde poder observar tal «turistada». Decepcionante. Una grada alrededor de dicho géiser lleno de turistas con cámara en mano (yo el primero) esperaban a que un trabajador de parque diese una explicación sobre el fenómeno «natural» que íbamos a presenciar. Seguidamente le provocaba un colapso mediante un producto que él mismo introducía por su orificio a vista de todos los turistas allí presentes.
La expulsión de gases y líquidos durante unos 10 segundos, a unos 6 metros de altura, es suficiente para tomar las fotos necesarias de cara a la galería.
Tras el «espectáculo», tomamos la furgo rumbo a la entrada principal del parque. En menos de 5 minutos estábamos en uno de los campos geotérmicos más conocidos del país.
Existen tres rutas; roja, naranja y amarilla. De diferentes longitudes todas ellas, siendo la roja la ruta principal. La naranja y amarilla son bucles que salen respectivamente de cada una de ellas para ampliar el recorrido. Si piensas hacer la suma de las tres, calcula unos 3km de recorrido. Que con fotos, paradas y a ritmo tranquilo se irán a unas 2 horas de visita. No olvides llevar protección solar, gorra y gafas.
La primera parte nos recordó mucho a los Cráteres de Luna vistos el día anterior. Es por ello que os aconsejábamos ahorrar esa visita si tenéis pensado venir a este parque.
La senda roja serpentea esquivando los pequeños cráteres con intensas humaredas. Existen pequeños balcones desde donde observar con mejor perspectiva el fondo de estas pequeñas depresiones. Muchos paneles informativos nos van complementando la información del folleto que cogimos en la entrada.
De repente la vegetación desaparece y un amplio campo de visión nos deja boquiabiertos. Unos «charcos» de colores naranjas, amarillos y verdes desde los que tibiamente salen humaredas llama la atención de todos los que pasamos por ese lugar. Era el famoso «Champagne Pool» que habíamos visto fotografiado en infinidad de webs. Como todo en este país, la realidad superaba con creces toda información gráfica observada tras la pantalla del ordenador.
En este punto se iniciaba el bucle de la ruta naranja, en descenso, para mostrarnos otros lugares de interés. De la misma ruta naranja, a su vez, salía la amarilla, en blucle para volver a la naranja.
Esta amarilla se adentraba en un bosque de pinos, con ligeras subidas y bajadas. En el punto más alejado se encuentra el lago Ngakoro y las Alum cliffs, entre otros sitios de interés.
Tras el bucle de la senda amarilla, volvimos a la naranja que nos dejó en la roja. De nuevo en la Champagne Pool.
Bordeando su perímetro, y entre humos, llegamos al Devils Bath. Una charca de un color verde intenso que resulta muy peculiar. Una forma interesante de despedirnos de esta bonita parte del parque.
Quedaba ahora salir hacia la carretera, no sin antes hacer una breve parada en la Mud Pool. Un pequeño lago de barro, que borbotea constantemente produciendo pequeñas explosiones de barro. Resulta tan relajante como temeroso el acercarse a ella. Ya desde el parking se podían oír las pequeñas explosiones de barro en este particular lugar.
Retomando la N-5, continuamos rumbo norte hacia Rotorua. Pero antes debíamos desviarnos en busca del segundo y último parque geotérmico que visitaríamos hoy. Wai-Mangu.
Muy cerca de aquí existe un punto donde poder bañarse de manera gratuita como hiciéramos ayer en Taupo. Kerosene Creek se llama el lugar. Pero lo obviamos.
Este valle volcánico se traduce como «Aguas oscuras» debido al géiser más potente del mundo que surgió en los años 1900-1904 ascendiendo a casi 400m de altura. Todo ello se inició por culpa de la erupción del monte Tarawera en 1886. Es por ello que se considera la zona geotérmica más joven de Nueva Zelanda. Es menos visitado por turistas, por lo que nosotros lo disfrutamos más que el anterior.
La entrada la teníamos reservada desde casa. Se tarda en visitarlo unas dos horas y media (está abierto hasta las 17:00, pero la última hora de acceso es las 15:30). Nosotros empezamos nuestra visita sobre la 13:00. Es un lugar cómodo ya que el paseo se realiza en descenso y por un frondoso bosque. Fue el único lugar donde nos dieron una guía en castellano.
Las vistas al inicio del sendero ya impresionaban. La primera parada es en el mirador del cráter del Lago Sur. Pero, tiene bastantes puntos de interés como el Frying Pan Lake, considerada la mayor fuente termal del mundo.
Los colores verdes, naranjas y amarillos sobre sus suelos se mezclan con los humos, dando a este lugar un aspecto particular. Nos gustó mucho.
Los kauris daban sombra a un paseo muy liviano. Una cruz marcaba el lugar del fallecimiento de un grupo de investigadores tras la última erupción en el lugar, hacía ya más de un siglo.
Afri disfrutaba haciendo las veces de guía. Paradas cada cientos metros para informar sobre las características del lugar. Un géiser natural nos llamó la atención por su bufido entre la vegetación.
Estábamos en una bifurcación de caminos. Había que decidir si visitar el Inferno Cráter Lake y continuar en duro ascenso, o volver sobre nuestros pasos para seguir por la profundidad del valle. Este lago de azul intenso contiene aguas de hasta 80º de temperatura.
Elegimos el ascenso… Creo que nos confundimos. Lo observado desde allí arriba no compensaba con el sobresfuerzo realizado. Un par de puntos de interés y un bonito punto de vista del lago Rotomahana y el volcán Tarawera fue la parte positiva de esta violenta subida.
Sabíamos de la puntualidad de los neozelandeses y también conocíamos la existencia de la línea interna de autobuses del parque. Estos gratuitamente hacían el recorrido inverso de ascenso al punto de inicio. Realizamos un descenso rápido para llegar a la hora de salida del autobús en la parada número 2. Puntual llegamos y puntual salió. (Suelen salir cada hora). Pero perdimos la opción de ver las Warbrick terraces.
No bajamos hasta la parada 1 porque, según nos explicaron en información, no merece la pena el tramo entre ambas paradas. A no ser que hayas contratado una excursión en barco por el lago Rotomahana, que te muestra sus humeantes acantilados (de unos 45 min de duración).
Existen otra parada, la 3 mucho más arriba y cercana al inicio de la ruta. Cada parada se sitúa a 1,5km – 2,8km – 3,6km respectivamente.
Sobre las 15:00 estábamos de nuevo en la furgo. Tan solo 20 min nos separaba de Rotorua.
A la entrada de la ciudad ya empezaba a oler a azufre. Algo a lo que nos tendríamos que acostumbrar en nuestra estancia en la ciudad. La principal turística de la isla norte, epicentro de la cultura maorí.
Aparcamos el coche junto al lago para cruzar el War Memorial Park de camino al centro de la ciudad. Nos volvía a llamar la atención la gran calidad de vida de sus gentes.
En la Eat Street estaba claro lo que íbamos a hacer. Una calle peatonal con bares, restaurantes y heladerías a ambos lados. Terrazas con viseras para evitar el punzante sol neozelandés. Un par de idas y venidas por la calle fueron suficientes para seleccionar el lugar.
Un Fish&Chips para Afri y «la» hamburguesa para mí. Cervezas artesanas, cualquiera de ellas. Y a disfrutar.
Tras llenarnos de energías, decidimos pasear continuando la prolongación de esta calle. De esta forma bajaríamos la comida a la vez que hacíamos algunas compras de regalos para nuestros familiares.
El Pig&Whistle Pub quedaba a nuestro paso con su imponente árbol frente a su fachada. Tentaciones de entrar. Pero no era la hora.
A la vuelta, unas cervezas y un helado de Paclova, fueron suficientes para hacer tiempo de cara al último objetivo de hoy.
Pudimos visitar en ese tiempo el parque Kuirau, donde existen algunos espectáculos geotérmicos que ya habíamos observado en la mañana (aquí sin pagar), como el lodo burbujeante. Es recomendable un paseo por este parque.
Otra opción es visitar los Goverment Gardens, presididos por el Rotorua Museum. El jardín combina a la perfección las tradiciones inglesas y maorís. En cuanto al edificio del museo, representa un falso estilo Tudor. Cerrado desde el año 2016, tras las grietas aparecidas por el terremoto de Kaikoura (a 650 km de aquí).
Detrás del jardín y el museo se encuentra la Sulfure Bay con humeantes piscinas termales repartidas que confirman la activa zona donde se asienta esta ciudad.
Si tienes tiempo de sobra, infórmate sobre Ohinemutu. Una verdadera aldea maorí de unas 250 personas junto al lago. Si la visitas, que sea con respeto.
A las 19:30 teníamos la visita al Tamaki Maorí Village. Un escenario que recrea una villa maorí, preparada exclusivamente para los turistas.
Allí nos realizaron una atractiva presentación de la cultura maorí. Seguidamente nos separaron en grupos para explicarnos diferentes aspectos de su cultura. Juegos típicos, formas de cocinar, su haka, el por qué de los tatuajes… Siempre manteniendo una activa interacción con los turistas…
Un juego de equilibrio y una haka me tocó bailar junto con otros compañeros turistas. Todo ello rodeado de un bosque que crea un áurea especial.
Tras este apartado. Nos trasladaron a un salón donde nos explicaron cómo se cocina el Hangi a través del calor de la tierra. Y posteriormente nos deleitaron con unos bonitos e interesantes bailes tradicionales.
Y para terminar, la degustación de famoso manjar maorí a modo de buffet junto con los compañeros de grupo de las actividades previas. Una torre de babel parecía aquello entre autralianos, americanos, holandeses, españoles…
Nos pusimos las botas… Todo rico y en abundancia… Y de postre, el famoso Paclova.
Unas tres horas más tarde, salimos de la villa para dirigirnos hacia Tauranga.
La carretera N-36 no es la más adecuada para conducir cansado, de noche y con una furgo. Mucha curva. El camino se hizo más largo de lo esperado. Parando en varias ocasiones en el arcén para ceder paso a coches más ágiles y rápidos. Allá donde fueres, haz lo que vieres… Fuimos correspondidos con pitidos de agradecimiento.
No lo sabíamos, pero vosotros estáis avisados.
Para más mala suerte, la app CamperMate nos falló por primera vez en todo el viaje. O tal vez no. La zona de descanso elegida estaba cerrada al tráfico con una valla que no sabíamos si de manera permanente o por horarios nocturnos (cambridge Park, en Bethlehem).
Pero rápido encontramos otra, mejor situada de cara a la jornada de mañana (Waikareao Foreshore Reserve) con sitio para tres vehículos. Uno estaba ya ocupado, fuimos los segundos y últimos para esa noche.
Tauranaga, Bay of Plenty y Maunganui Beach.
Domingo, 15 de marzo.
El plan original nos indicaba desplazarnos hacia la Peninsula de Coromadel para conocer las minas de Karangahake, las Owharoa falls, la Hot Water Beach y la famosa Cathedral Cove. Para hacer una vuelta por la carretera semiasfaltada 309 Rd, observar las Whairau falls y volver por la bonita costa de Thames.
Pero ya decidimos evitar conducción, en favor de pasar tiempo en los lugares. Y Nueva Zelanda otra cosa no tendrá (tiene de todo), pero ofertas de interés turístico las hay por doquier. Esto permitió una gran flexibilidad para cambiar de planes, con la misma facilidad que cambiaba su tiempo atmosférico. Y así hicimos.
Hoy por la mañana tocaba quitarnos la espina de los delfines por el intento fallido de Kaikoura. Y por la tarde, descanso en la bonita playa de Maunganui.
El amanecer nos regaló unas vistas que nos había impedido disfrutarlas la oscuridad de la noche. Un pequeño parque daba paso a la tranquila bahía de Motuopae. Sobre ella, se levantaba el símbolo geográfico de la zona, el monte Maunganui (Mauao, como le conocen los maorís). Todo un inesperado regalo.
Un desayuno ligero, con vistas a un posible mar revuelto, fue suficiente para ponernos en marcha. Tan solo 5 km nos separaban del puerto de Tauranga donde nos esperaba el barco de la empresa Dolphine SeaFari.
Nuestro segundo intento para nadar con delfines en su entorno natural. Una empresa mucho más modesta que la contratada en Kaikoura.
Entrega de neoprenos en un remolque, explicación de normas de seguridad a bordo y un justo desayuno con frutas. A las 9:00, puntual, partía el barco. Unos 12 pasajeros, más la tripulación familiar.
Por delante tuvimos 4 horas por la Bahía de la Plenitud buscando unos delfines que nunca aparecieron. Algún pequeño síntoma de mareo, que no fue a más gracias a la pastilla tomada en el desayuno.
Una mañana que fue transformando el entusiasmo en resignación a medida que bordeábamos las islas de Karewa, Motiti y Matakana. Alguna de ellas confundida con la tristemente famosa White Island, que quedaba por la zona, pero algo más alejada. El monte Maunganui, siempre presente, hacía las veces de faro guía referencial.
Sobre las 13:00 volvíamos a puerto. La empresa nos ofrecía el cambio de fecha sin límite de tiempo. Pero, era nuestro penúltimo día en la isla…
De nuevo en la furgo, pusimos rumbo a Mount Beach. Uno de los «Benidormes» de Nueva Zelanda. Un estrecho istmo rematado por el Mt Mauganui, con dos playas que también nos recordaba (salvando las distancias) a La Manga del Mar Menor.
Los amantes del sol se alojaban en sus elevados bloques de apartamentos en primera linea litoral. En los bajos se aglomeraban bares, cafés y restaurantes que le daban un ambiente «mediterráneo» a esta localidad.
Antes de pisar la arena, un paseo por su acera para elegir el lugar donde comer. La hamburguesería Pronto nos llamó la atención. Su terraza con vistas a la playa y al monte, junto con su inigualable carta de hamburguesas y su trato amable nos ganó. El ambiente que se respiraba nos trasladaba a cualquier localidad de la costa mediterránea española. El sol radiando con fuerza, el ajetreo de la calle con un ambiente muy «latino».
Tras la comida, nos faltó tiempo para cruzar el asfalto y pisar la arena con sus «tranquilas» aguas. Un remanso del que no debemos fiarnos por posibles corrientes marinas. La «isla» de Moturiki quedaba a la derecha, el ya mencionado monte Maunganui a la izquierda.
Toallas a la arena y a descansar. Si no eres de estar tumbado en la playa, puedes visitar la pequeña isla de Motuiki andando. Un paseo de un km sin a penas desnivel.
Pero si quieres disfrutar algo más, es imprescindible que asciendas a lo alto del Mauao (traducido como «Atrapado en el amanecer» por los maorís). Unos 4 km. Y algo más de desnivel. Pero con unas vistas sobre su istmo y las dos playas, espectaculares. Una hora y media te llevará ascender al punto más alto bordeando la montaña. Recomendable.
A media tarde, decidimos que era hora de tomar un helado. Lo disfrutamos intensamente mientras paseábamos por el bonito Parque Mount Drudy de camino a la furgo.
Solo existen tres autopistas de peaje en Nueva Zelanda; dos en las proximidades de Tauranga y una de acceso a Auckland. Una de ellas la tomamos para salir de Tauranga. La pagamos telemáticamente por la web. Luego nos enteramos que en el precio de la furgo iban incuidos todos los peajes. Con 1,20, les invitamos a un café.
Una hora de camino nos separaba del lugar donde pernoctaríamos hoy. CamperMate nos ofrecía decenas de lugares en las proximidades de MataMata, de cara a la visita de Hobitton la mañana siguiente.
El lugar elegido se situaba un poco más allá de nuestro destino. Apostamos por «Moana Roa Reserve«, un lugar usado por los neozelandeses para disfrutar de sus pequeñas embarcaciones de recreo. En la misma N-1 de camino a Cambridge.
Allí, en lo alto de una suave loma, disfrutamos de las últimas horas de luz… Portón trasero abierto, cama desplegada, tumbados… Hipnotizados con las vistas que nos ofrecía el lugar mientras nos entreteníamos con algo tan simple como apostar por qué embarcación sería la siguiente en ser remolcada desde el agua.
Así cayó la noche. Pero antes, tocaba ordenar la furgo. Quedaban menos de 24 horas para nuestra despedida. La tristeza cayó fulminante tras el estado de nirvana en el que nos hallábamos.
Bajo los árboles apagamos las luces… Pero algo me obligaba a salir de la furgo para disfrutar una vez más del imponente cielo estrellado. Una maravilla que no tiene explicación. Una felicidad plena la de sentirte libre (y sano). Juntos, con los pies pisando la hierba… la ligera brisa en la piel y la infinidad de puntos brillantes sobre nuestros hombros. Era la última noche en nuestras antípodas.
Hobitton, Waikato y Auckland.
Lunes, 16 de marzo.
Amanecíamos con la claridad del sol, que por estas fechas es sobre las 7:30 de la mañana. La furgo estaba completamente limpia y vacía. Todo había vuelto a las mochilas.
Tras el desayuno, nos pusimos rumbo a Hobbiton Movie Set. Cuando replanteamos la ruta por la isla norte, nos vimos obligados a cambiar de día la reserva hecha desde casa. Modificación gestionada sin problema alguno. A las 9:05 teníamos nuestro pase desde The Shire´s Rest.
Lo bueno de coger los primeros pases es que aún no han llegado los autobuses turísticos que vienen desde Auckland y ciudades de alrededor. Por lo que puedes disfrutar de un paseo por La Comarca mucho más despejada.
El autobús de la empresa nos recoge para llevarnos hasta el lugar indicado. Un trayecto de tan solo 5 minutos que parecen llevarte en un cine rodante. En la pantalla, una breve explicación sobre el lugar en el que nos encontramos. En los altavoces, un sonido envolvente con la melodía del anillo de fondo, comienza a ambientarte.
Una vez en lugar, la guía comenzó a explicarnos miles de anécdotas del rodaje a la vez que paseábamos por la mismísima Comarca. Un decorado perfecto. Con todo tipo de detalles. Era como estar dentro de la película. Parecía como si Bilbo o Frodo pudieran salir corriendo en cualquier momento detrás de cada uno de los detalles.
Ropas tendidas, chimeneas humeantes, huertos a punto de ser recogidos… Todas las particulares casas decoradas, e incluso, los nuevos agujeros creados para El Hobbit, un poco más apartados de los demás. En lo alto, Bolsón Cerrado y presidido por el único árbol artificial de todo el lugar.
Se notaba el especial cuidado del lugar, ya que cuando nos acercábamos a los límites, el verde del plató exterior desaparecía. Era temporada estival, y ese césped era evidente que tenía que ser mimado.
En algo más de hora y media habíamos realizado la visita que concluía cruzando el puente sobre el molino y tomando una cerveza en el Dragón Verde. Impresionante la decoración interior, parecía como si Aragorn fuese a levantarse de cualquiera de las mesas de alrededor. Un buen broche final al tour.
No se si fue la cerveza o nuestro nivel básico de inglés. Pero a punto estuvimos de volvernos con otro grupo de turista en su autobús a Ackland…
Tras bordear el lago. Tomamos el autobús correcto que nos llevaría de vuelta a The Shire´s Rest donde nos esperaba nuestra furgo.
Sobre las 11:30 salíamos rumbo Auckland. Unas dos horas de viaje con breve parada en MataMata para repostar gasolina.
Esta era otra Nueva Zelanda. Completamente distinta a la que habíamos conocido. La densidad de tráfico y autovías de doble carril nos indicaban que estábamos acercándonos a la ciudad más poblada del país. Esto era lo más parecido que habíamos visto a Europa durante nuestro viaje.
La idea era cruzar Auckland en busca de un mirador apartado. Para ello cruzamos el Auckland Harbour Bridge hacia una zona residencial que resultó estar más alejada de lo esperado. Belmont y Devonport se sitúan al otro lado de la bahía, lo que las permite tener una vistas del skyline de la ciudad completamente impresionantes. Tienen bonitas casas victorianas, y cuentan con dos pequeños conos volcánicos con buenas vistas. También se puede visitar en ferry.
El punto exacto. O´Neils Point. Donde los pescadores lanzan sus cañas con las mejores vistas de la ciudad. Bayswater Marina es el pequeño puerto que lo acompaña.
Llegaba el momento para preparar la última comida. El tiempo se nos echaba encima para devolver la furgo. De camino a este otro lado de la bahía, los atascos nos jugaron una mala pasada. Ahora íbamos contrarreloj.
Deshaciendo nuestros pasos, volvimos a cruzar el puente. Afri encontró muy cercano el único lugar en Auckland para eliminar las aguas grises y negras. Junto al puerto. También lugar recomendado para hacer noche con furgo y relativamente céntrico.
Tras el cambio de aguas, rumbo al local de la empresa TuiCampers, que se halla a las afueras muy próximo al aeropuerto. Reposición de gasolina «in extremis» y llegada en punto. Las 16:00. Un poco de estrés. Pero todo ok. Revisión de la furgo y pago del impuesto del gasoil en función de los kilómetros. ¡¡¡Casi 3.000km en 13 días!!!
Tocaba cambio de app en el móvil. Uber por CamperMate. Nos quedaba visitar la urbe. Afri quería un corte de pelo. Mochilas en la espalda, buscó una peluquería con buenas opiniones y sin cita previa… Y allí nos llevó el chófer de Uber.
The Cut Company, en el 125 de Karangahape Road, establecía el punto de inicio a nuestra ruta por Auckland.
Mientras Afri se cortaba el pelo, aproveché para echar un vistazo a la guía. Casualmente la ruta recomendada por la ciudad comenzaba a 50 metros de este lugar.
St Kevins Arcade es una galería con bares, restaurantes y tiendas vintage por la que transitamos en nuestro inicio del paseo. De allí salimos directos al Myers Park, que nos regalaba unas preciosas vistas de la Sky Tower entre sus palmeras. Un escondido parque entre edificios que guarda en una de sus esquinas una interesante figura.
Una réplica del Moises de Miguel Ángel se esconde en una esquina de este particular rincón de la ciudad.
Saldremos por una escondida escalinata hacia Queen St, una de las arterias principales que desciende hasta el puerto.
La gran muchedumbre, por una anchísima acera, nos recuerda de alguna forma a la Gran Vía de Madrid. Paseando por ella veremos el Auckland Town Hall, junto a la plaza Aotea.
Justo en frente divisaremos el Civic Theatre, será entonces cuando giraremos a la derecha para salir de esta avenida e introducirnos en Lorne St. Muy próximo se halla la plaza Khartorum donde unos azulejos recuerdan la histórica victoria de las neocelandesas, primeras mujeres del mundo en tener derecho a voto.
Por una escalinata ascendemos hasta la Galería de Arte y justo detrás está Albert Park. Aquí hicimos una parada para descansar. Los más de 10 kg de peso de las mochilas empezaban a notarse. Muy cerca de este parque queda la Old Goverment House y el University Clock Tower.
Descendimos en busca de High St, una calle con cantidad de cafés y tiendas. Perpendicular a esta, aparece Vulcan Lane, una calle peatonal con decenas de terrazas y pubs históricos de la ciudad.
Momento perfecto para sentarnos y tomar un sushi con cerveza. Ya hemos dicho que la gastronomía no es su fuerte. Tras el descanso, volvimos a Queen St. Ya cerca de los rascacielos con tiendas de marcas de lujo y muy cerca de lo muelles del puerto. El cuerpo no aguantaba mucho más.
Teníamos la opción de acercarnos hasta el barrio de Britomart con buenos bares, restaurantes y tiendas de moda. Así como al puerto del Viaduct, otro hervidero de bares y cafés junto al mar. Pero las mochilas eran un lastre complicado de gestionar para ir a tomar unas copas.
El Mount Eden, es otro de los lugares atractivos desde el punto de vista turístico. Pero quedaba bastante alejado desde nuestra situación. Se nos había echado la noche encima y desistimos de hacer su visita.
De nuevo un Uber y camino al aeropuerto. Ahora sí era el momento definitivo. El adiós a Nueva Zelanda. Tocaría pasar la noche en el Aeropuerto Internacional de Auckland. Cafés y mochilas de almohada.
Allí volvimos a ver a Alba. Que nos contaba asombrada su mala-buena suerte con su pasaporte.
El Covid-19 empezaba a ser una realidad. Controles de temperatura para abandonar el país. Y mascarillas por todos lados. El gel hidroalcohólico había sido una constante en todos los lugares durante el viaje. Y las noticias desde casa no eran para nada positivas. Había comenzado el confinamiento. Y a nosotros nos quedaban aún tres días por el Paraíso de las Islas Cook.
Pero esto ya os lo contamos en el siguiente capítulo…
Si queréis tener ubicados todos lugares visitados (y los programados no visitados también), os lo dejo enlazado aquí para verlo en Google Earth.